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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

El anticristianismo de Vox

Jorge Buxadé en la sede de Vox

Gabriel Moreno González

29 de agosto de 2023 06:01 h

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Ahora que parece existir cierto empeño en el centroderecha español de menoscabar a Vox, una vez constatado que resta más que suma y que el propio proyecto de ultraderecha se ha vuelto más autorreferencial y tribal que nunca, no viene mal ayudar a tan loable y al mismo tiempo cínica tarea para rematar la faena en la progresiva desaparición de esta apendicitis política de España.

Quisiera detenerme aquí en una de las principales contradicciones que la formación de Santiago Abascal muestra desde su nacimiento, y que ha sido muy poco o nada explotada por sus contrincantes políticos. Me refiero a la de la incompatibilidad de las ideas y políticas que enarbolan con el ideario cristiano del que supuestamente dicen provenir y al que en teoría proclaman defender. Son incontables las veces que hemos escuchado de sus bocas manifiestos en defensa de la cultura occidental cristiana y de los valores asociados al cristianismo, como parte además “esencial de la identidad española”. Muchos de sus dirigentes, con el nuevo ungido Buxadé a la cabeza, proceden de ámbitos ultracatólicos, como el Opus Dei, y son de misa diaria (y esperemos que de confesión también periódica).

¿Pero cómo puede ser cristiano un partido que demoniza a los menores no acompañados, que defiende un bloqueo naval y militar frente a las pateras de personas migrantes o que propugna la expulsión de estas por el mero hecho de no tener recursos y ser extranjeros? Empezando por los menores: las enseñanzas de Jesucristo son rupturistas con la tradición judía y romana de tratarlos como meros objetos, de deshumanizarlos como simples pasos previos a la madurez. “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños” (Mt. 18: 10-14), “dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como estos es el reino de los cielos” (Mt., 19:13-14). En cuanto a las personas migrantes y su rechazo por Vox (de las pobres, claro, de las ricas nunca dice nada), recordemos las palabras del Evangelio (Mt. 25: 35-40): “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui extranjero, y me acogisteis”.  ¡Pero si la propia Sagrada Familia fue emigrante y refugiada en Egipto!

¿Y cómo puede ser cristiano un partido que arremete contra el Estado social y contra la consiguiente solidaridad de nuestra comunidad política? Reducir el Estado es reducir las políticas de redistribución de la riqueza, o, en términos cristianos, las políticas y mecanismos de compasión institucionalizada y colectiva. Los Evangelios son claros: en Jesús y en su mensaje los pobres, los humildes, los despreciados, los últimos, tienen un lugar y una atención preferente. Él mismo fue pobre y vivió como pobre. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5: 6-7). Pocos mensajes hay más sociales, de tanta y tan intensa fraternidad, como la parábola de los jornaleros de la viña y la frase que desconcertó a siglos de jerarquía: “los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos” (Mt. 20: 1-16).

El neoliberalismo extremo de Vox los sitúa en las antípodas no solo del mensaje de fraternidad cristiana, sino también del mensaje oficial de la Iglesia Católica desde la Rerum Novarum de León XIII, de su doctrina social y de la postura del Papa Francisco. Su encíclica Fratelli Tutti es uno de los manifiestos mejor fundamentados contra el capitalismo neoliberal y contra el nacionalismo xenófobo y excluyente de los que hoy hace bandera la ultraderecha mundial y, en particular, la nuestra nacional. “Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes”, afirma el sucesor de San Pedro.

Por último, ¿cómo puede ser cristiano un partido que abomina del cuidado de la “casa común” y que está vendido a la más pueril retórica antiecologista? El negacionismo climático y la ausencia de medidas de transición ecológica, cuando no directamente su rechazo, van contra la consideración cristiana de la creación y de la necesidad de su preservación ante la amenaza que nos cierne. La degradación del medio ambiente y el cambio climático acabarán arrasando con los “lirios del campo” (Mt. 6: 28-34) y con la Laudato Si de San Francisco de Asís. Como afirma el Papa: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá.”

Sin embargo, durante estos años se han echado de menos más pronunciamientos expresos de la Iglesia, y sobre todo de la Iglesia española, sobre la deriva antihumanista y abiertamente anticristiana de la ultraderecha. Nunca es tarde si la dicha es buena, aunque también es ciertamente sorprendente el silencio del centroderecha o de la llamada “democracia cristiana”, cuando no directamente su connivencia con estos proyectos extremistas. Recordemos que Abascal o Melloni no solo han terminado siendo abrazados por la derecha clásica y supuestamente moderada, sino que provienen de sus filas o fueron acogidos en su momento con gusto por sus parapetos institucionales, desde los que luego crecieron y alimentaron al monstruo. Si la derecha moderada, sensata y verdaderamente cristiana (que la hay) ahora quiere volver a meter al genio en la lámpara, debería esforzarse también por combatir la retórica que nos ha arrastrado hasta aquí y que ha potenciado, hasta límites intolerables, la polarización y la crispación. ¿Lo hará o se quedará en el mero tacticismo de la política cortoplacista en la que todos parecemos estar insertos? Lamentablemente, guardo pocas esperanzas.

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