Así sorteó una pequeña bodega de Burgos los aranceles de Trump
Andrés Septién, Bodegas Septién de Puentedura, lleva cinco años elaborando vino y tiene su tercera añada en el mercado. Empezó en un garaje de Santo Domingo de Silos y hoy exporta un 10% a Estados Unidos. Bodegas tradicionales de la Borgoña Francesa, (Domaine Faiveley) y de Rioja (Remelluri) apuestan por el contacto con la tierra y la calidad de sus productos para captar nuevos públicos.

Andrés Septién con algunos de los caldos que presentó en la cita con Alma de los Vinos Únicos.
En el año 2020 Andrés Septién empezó a preparar sus primeros vinos. Docente en Albillos y amante de su tierra quería probar. «Empecé en un garaje de Santo Domingo de Silos y ahora estoy en Puentedura porque me permite estar cerca de los viñedos que están entre Covarrubias y Retuerta a mil metros de altura», relata el bodeguero que ha logrado salvar la guerra comercial generada por los aranceles impuestos a los productos europeos por Donald Trump.
Para una bodega que empieza es importante mostrarse al mundo. «Hay mucha incertidumbre en el sector, es que no sabemos lo que va a pasar, y para un bodeguero que arranca, es importante hacerte ver en el mercado y para mí el americano es un área importante», señala. Pero el factor suerte jugó a favor de este bodeguero del Arlanza que exporta un 10% de su producción a los paladares norteamericanos. «Justo tres días antes de que Trump ganase las elecciones vendí un palet así que salvamos el año con el mercado americano esperando a ver que pasa, como el resto vivimos esto con mucha incertidumbre, pero al menos tenemos margen», sostiene.
Septién se caracteriza por la conexión con la tierra. Su embotellado está lleno de referencias poéticas y persiguen mantener la esencia del territorio. A la cita en Alma de los Vinos Únicos ha presentado propuestas como Vientos del Pueblo y Boticario de Silos, el buque insignia de la bodega, que trata de rescatar viñas de hace 90 años. Cuentan con tintos con variedades de uva de tempranillo, garnacha o Mencía y de las blancas albillo, royal blanca o pirulés. Ha pasado de «producir vinos para mí a sacar en torno a 15.000 botellas, que guste y que esté teniendo un buen recibimiento es un sueño». Y encuentra hueco en el mercado. En solo cinco años ya se mueve por Estados Unidos, burlando por unas semanas la nueva política arancelaria de Trump, pero también a Noruega, Holanda o Alemania.
Para Andrés Septién el objetivo es reivindicar la tierra de Arlanza y la singularidad que aporta a sus vinos recuperando técnicas ancestrales. Las mismas que durante siete generaciones han impulsado la histórica bodega francesa de Domaine Faiveley. Sus vinos de borgoña estaban entre los más solicitados en la cata de Alma de los Vinos Únicos. La casa, con una plantilla de 90 personas, es un ejemplo de «producción respetando la tradición de la Borgoña elaborando productos conectados con la tierra y con criterios de sostenibilidad y respeto a la naturaleza», remarca Eve Faiveley. Un tipo de producción que se ve presionado, como el resto, por la política arancelaria impuesta unilateralmente por Estados Unidos pero sostiene que «hay más mercado estamos muy presentes en los mercados de países europeos, hay más mundo que Estados Unidos», apunta.

Eve Faiveley, séptima generación de Domaine Faiveley, muestra algunas de las creaciones de esta bodega centenaria de la Borgoña francesa.
El problema es que el gran consumo norteamericano tiene paralizado al sector. «Ante la incertidumbre está todo el sector congelado, nadie se quiere mover y las decisiones de compra o de inversión se van a paralizar y se tirará con lo que ya hay importando hasta ver», sostiene el responsable comercial de Remelluri, el burgalés Rafael Soto. En la bodega de la riojilla alavesa, como desde hace décadas hacen en Domaine Faiveley o desde hace cinco pelea Bodegas Septién, la conexión con el territorio y la tierra donde se asientan sus viñedos es la clave.
La bodega arrancó en el año 71 con los progenitores del responsable actual, Telmo Rodríguez, que se asentaron en un territorio procedentes de Irún sin pensar en el mundo del vino. «Cuando llegan allí se dan cuenta de que hay un patrimonio gigantesco, historia y huellas del cultivo de la vid desde la época medieval y deciden crear su proyecto de Rioja pensando en la forma de trabajar en Burdeos»., relata.

Stand de la bodega Remelluri que apuesta por la producción con viñedos propios pegados al territorio en la Rioja.
En esa estrategia siguen a día de hoy para superar los baches propios de la Denominación de Origen Rioja que en los últimos tiempos ha perdido peso en las cartas de los restaurantes. «Nosotros no compramos uva, ni mezclamos, nuestro vino, solamente Remelluri reserva». Amplían territorio en viñedos de la zona donde siguen el proceso desde el crecimiento de la vid, la recolección y su fermentación en barrica hasta el embotellado mirando al pasado como forma de solventar los retos del futuro apostando por la calidad y singularidad de su propuesta. «Pensamos que hay que estar con los tiempos pero, en el fondo, el futuro está en el pasado, y eso pasa por rescatar el gusto de los pueblos de la zona», sostiene Soto. Es la forma de alcanzar esa calidad que permitirá conquistar al público joven y solventar los nubarrones que no sólo vienen de Estados Unidos. «Los principales receptores de vino español como Suiza, Alemania, Países Bajos o Inglaterra no tienen alegría de consumo y Asia lleva tiempo con cierta depresión… Vamos seguir trabajando para diferenciarnos porque es lo que toca ahora», concluye.