Podcast – Problemática bajo la luz del personalismo
Luisa María Escobar Tenorio
El siguiente podcast fue creado para que profundicemos un poco sobre la luz
del personalismo en la vida afectiva y emocional de los seres humanos, y para
esto quisiera empezar diciendo que dentro del corazón humano hay un anhelo
infinito de ser amado, que pareciera insaciable, y por eso, se lanza día y noche
en búsqueda del amor, lo cual es natural; pero es necesario vislumbrar que el
alma anhela no solo algo físico sino divino, y que este amor sin medida solo lo
puede dar Dios, pues su cuerpo es solo un mapa que marca la ruta hacia la
eternidad.
Gavarrell en su un artículo sobre “el cuerpo humano: la dimensión olvidada de
la dignidad humana. Reflexiones sobre la teología del cuerpo” en la Revista
Digital de Estudios Humanísticos de la Universidad FASTA decía lo siguiente
“experimentamos también en nuestro cuerpo y en nuestra alma: sufrimientos,
alegrías, tristezas, ilusiones, compasión, amor, educación, cultura, ideales,
lealtad, valor, coraje, miedo, angustia, etc.; pero el hombre integral solo puede
crecer por medio del ejercicio de las virtudes morales y teologales para llegar a
la perfección plena, que es la consecución de la felicidad. Así, el hombre
deberá desterrar los vicios de la infidelidad, posesión, egoísmo, crueldad, odio,
ira, envidia, orgullo, soberbia, lujuria, ideologías.” (Gavarrell, 2015, pp. 184).
Y todo lo que acabo de mencionar con anterioridad son los procesos humanos
naturales tanto en el hombre como en la mujer pero que deben ordenarse
hacia el bien tanto de quien lo vive como de quien tiene cerca, ya que estos
procesos mal vividos generan no solo heridas personales, sino que también
lastiman a otros, incluso de forma permanente, por lo cual, se debe sanar poco
a poco y transformar las dificultades y momentos difíciles en experiencias de
aprendizaje y resiliencia.
Es imprescindible también saber que una virtud que ordena todos los deseos
hacia la verdadera bondad es la castidad, y para entenderla un poco mejor,
podemos escuchar a García Morato, que en su libro Creados por amor, elegidos
para amar, nos ilustra con una vasta explicación cuando nos expresa lo
siguiente: “Otra cosa sería entender esa expresión en el sentido de que toda
persona, completa en sí misma, se va enriqueciendo en relación con los
demás; y el acertar en esas elecciones cuenta mucho en el camino de la plena
realización personal. Esa plenitud lograda -nunca total en esta vida- hace que
las relaciones interpersonales sean realmente complementarias y causa de
mutuo enriquecimiento, pues a mayor riqueza personal, mayor capacidad de
donación y de respuesta ante lo que se recibe. Este planteamiento es
profundamente humano y tiene hondas raíces cristianas, que entroncan con la
fe en Dios Creador. No sólo en el sentido de que cada una y cada uno es
providencia para sí mismo, en la medida en que participa del conocimiento y el
amor al mundo del Creador; sino también en la medida en que, al crearnos
distintos y singulares, cuenta con el desarrollo pleno de esa singularidad para
el enriquecimiento de los demás. Y como nadie puede saber cuáles son esos
dones únicos e irrepetibles, sólo dando lo mejor de nosotros mismos cada día
los haremos llegar a su destino. (García Morato, 2009, pp. 84 – 85)
Y complementa a lo anterior magistralmente nuestro querido Papa San Juan
Pablo II cuando en su libro Amor y Responsabilidad Estudio de Moral Sexual dijo
que “No está jamás permitido tratar a la persona como un medio. Este
principio tiene un alcance absolutamente universal. Nadie tiene derecho a
servirse de una persona, de usar de ella como de un medio, ni siquiera Dios su
creador. De parte de Dios es, por lo demás, enteramente imposible, porque, al
dotar a la persona de una naturaleza racional y libre, le ha conferido el poder
de asignarse ella misma los fines de su acción, excluyendo con esto toda
posibilidad de reducirla a no ser más que un instrumento ciego que sirve para
los fines de otro. Por consiguiente, cuando Dios tiene la intención de dirigir al
hombre hacia ciertos fines, primero se los hace conocer para que pueda
hacérselos suyos y tender hacia ellos libremente. En esto descansa, como en
otros puntos, lo más profundo de la lógica de la Revelación: Dios permite al
hombre que conozca el fin sobrenatural, pero deja a su voluntad la decisión de
tender hacia él, de escogerlo. Es que, por ello; Dios no salva al hombre sin su
libre participación.” (Wojtyla, 1978, pp. 10).
Ahora bien, comprendiendo la virtud de la castidad se puede profundizar un
poco más en la comprensión de la sacramentalidad del matrimonio, que no es
solo un paso accesorio, sino fundamental en la vida de cualquier persona, y
que busca solo dos fines que son el amor de los esposos, y la procreación de
los hijos, pero, es necesario recalcar que el amor esponsal debe buscar no solo
el bien del cónyuge en la tierra sino también una eternidad bienaventurada,
por esto, Dios, debe ser el tercero que los trascienda.
El cardenal Wakefield en su libro Orientaciones educativas sobre el amor
humano - Pautas de educación sexual nos enseña cual es el principio y fin del
matrimonio, al aclararnos que “La sexualidad caracteriza al hombre y a la
mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con
su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad, aneja
a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño
de Dios en la vocación enderezada a cada uno. La genitalidad, orientada a la
procreación, es la expresión máxima, en el plano físico, de la comunión de
amor de los cónyuges. Arrancada de este contexto de don recíproco —realidad
que el cristiano vive sostenido y enriquecido de una manera muy especial, por
la gracia de Dios— la genitalidad pierde su significado, cede al egoísmo
individual y pasa a ser un desorden moral. La sexualidad orientada, elevada e
integrada por el amor adquiere verdadera calidad humana. En el cuadro del
desarrollo biológico y psíquico, crece armónicamente y sólo se realiza en
sentido pleno con la conquista de la madurez afectiva que se manifiesta en el
amor desinteresado y en la total donación de sí.” (Cardenal Wakefield Baum,
no. 5 - 6)
Los Padres de familia, deben tener paciencia con sus hijos adolescentes y no
dejar de ser afectuosos con ellos porque es en esta etapa donde más amados y
acompañados deben sentirse para no caer en errores en la sexualidad,
buscando un amor pleno en personas que no solo quieran un placer venéreo de
retribución, y por esta razón, deben los jóvenes tener la oportunidad de ser
abiertos con sus progenitores y manifestar todas sus dudas con respecto a la
sexualidad para no cometer errores y no perder de vista lo que compone el
verdadero amor y las consecuencias que trae una vida sexual precoz o el
libertinaje en ese campo.
También es de suma relevancia que no solo los adolescentes aprendan de
sexualidad sino que desde niños aprendan que es realmente el amor esponsal
al ver a sus padres como se donan mutuamente en todo y como esposos
permanecen unidos; que se les permita la identificación con su padre o su
madre según sea el caso de la niña o el niño y que pueda desarrollar su
masculinidad o feminidad de la mejor forma posible para que en la medida en
que vaya creciendo, no tenga dificultades para amar y para dejarse amar por el
otro de forma completa, y también para poner límites cuando sabe que no está
siendo amado sino simplemente usado. Además, es pertinente que tenga la
suficiente confianza para manifestar que en su relación de noviazgo se siente
manipulado, ultrajado, agredido sea física, psicológica o verbalmente, y que
tenga la suficiente fortaleza en la voluntad para terminar una relación que lo
está dañando en vez de prodigarle un bien, y esto solo se alcanza viviendo
completamente la virtud de la castidad.
Por lo cual, finalmente, creo que se puede concluir que uno de los principales
aspectos que deben trabajar las pastorales familiares en cuanto a la educación
de los hijos y los matrimonios, es la vivencia de la virtud de la castidad para
ordenar no solo la afectividad y la sexualidad para el bien sino también para
encontrar la verdadera santidad y dar testimonio constante del amor de Dios.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Echa un vistazo a mi podcast, Afectividad Y Sexualidad San Juan Pablo II , en
Spotify for Podcasters: https://anchor.fm/31ecjtfjudus54gznud4odefb
Referencias:
1. Gavarrell, M. (2015). El cuerpo humano: la dimensión olvidada de la
dignidad humana. Reflexiones sobre la teología del cuerpo. Revista
Digital de Estudios Humanísticos de la Universidad FASTA. ISSN 1853-
5585. Vol. 5, No.1, pp. 184
2. García- Morato, J. R. (2009). Creados por amor, elegidos para amar (2a.
ed.). EUNSA. Navarra. ISBN: 97884313723080, pp. 84 – 85.
3. Wojtyla, K. (1978). pp. 10. Amor y Responsabilidad Estudio de Moral
Sexual. Editorial Razón y Fe, S. A. 3ª Edición, pp. 10.
4. Wakefield Baum, W. (1983). Orientaciones educativas sobre el amor
humano - Pautas de educación sexual. No. 5 – 6.