CAPÍTULO XI EL NEOLIBERALISMO
Nacido como un proyecto político de alcance global, no resulta fácil determinar con precisión lo
que significa hoy el término neoliberalismo.
Con el término de neoliberalismo se alude más bien, como lo subrayan autores como Philip
Mirwski y Rajesh Venogopal , entre muchos otros, no a un concepto económico con intenciones
analíticas sino a una noción con alcance más bien descriptivo, referida al ámbito definido por la
vieja economía política, esto es: un ámbito que se ocupa de analizar las instituciones jurídicas y
políticas que surgen de la relación de poder entre las distintas clases que integran una economía
determinada. En términos muy generales puede afirmarse que, más allá de los límites estrechos
definidos por una simple escuela o doctrina económica, el neoliberalismo aparece primariamente
como una suerte de "credo filosófico"3 al que, en distintas circunstancias políticas y con distintos
marcos teóricos e ideológicos, se fueron adosando diferentes doctrinas y principios económicos y
políticos a partir de su irrupción, situada en los años treinta del siglo pasado, momento en el que
el neoliberalismo surge como una reacción del pensamiento liberal frente a las consecuencias de
la crisis de 1929.
En contra de la vieja política de laissez-faire, los países más avanzados comenzaron a adoptar una
nueva legislación laboral que incluía toda clase de regulaciones restrictivas, desde la prohibición
del trabajo infantil hasta la fijación de las jornadas máximas y el descanso semanal obligatorio. Las
cosas se complicaron mucho más con la irrupción de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, con
la gran crisis económica de los años 30, que terminó con lo que quedaba de la doctrina del laissez-
faire. A medida que el Estado comenzaba a hacerse cargo de una serie de obras y servicios
públicos considerados esenciales para mantener el equilibrio social, el pensamiento liberal
comenzó a admitir, en casi todos los grandes países de Occidente, la necesidad de contar con
políticas públicas dirigidas a conseguir alguna clase de redistribución del ingreso. La idea
fundamental era que la civilización moderna tenía que completar el derecho supremo a la libertad
individual con una serie de garantías que aseguren el progreso de la vida material de todos,
empezando por los derechos a un ingreso mínimo y a los servicios esenciales de salud y educación.
En este clima hostil a las ideas clásicas del liberalismo, dos años después que Keynes editara su
Teoría General, se realizó un Coloquio en París , en Agosto de 1938, señalado como el evento que
otorgó por primera vez cierta visibilidad al término neoliberalismo (que aludía, simplemente, a la
necesidad de “un renacimiento intelectual del liberalismo”.
tivamente ayudaron, sin dudas, a difundir los principios macroeconómicos y políticos definidos en
distintas reuniones de la Sociedad, presidida por Hayek desde su nacimiento hasta 1960.
La queja de Hayek era clara: los argumentos de los “liberales del viejo estilo” habían resultado
impotentes frente a los principios keynesianos de planificación económica, que socavaban, a su
juicio, los fundamentos más profundos de la libertad individual. Lo que hacía falta era un nuevo
programa, alejado tanto de la defensa del envejecido principio de laissez-faire, como también de
cualquier tipo de propuesta socialista; moderadas o extremas, estas propuestas son todas, para él,
un "camino hacia la servidumbre"8 . Sobre la base de una nueva “utopía liberal”, presentada como
antesala para la construcción de una sociedad verdaderamente libre de todo intervencionismo
estatal socializante, durante las décadas que siguieron a la famosa primera reunión de Mont
Pelèrin se construyó una asombrosa red internacional de poderosas instituciones interconectadas,
lo que dio lugar a la creación y difusión de un verdadero pensamiento político y económico
colectivo, dirigido esencialmente a producir argumentos de todo tipo erigidos con el fin principal
de combatir activamente al Estado "Providencia".
el neoliberalismo se trata más bien de un proyecto que busca reconciliar toda la diversidad de
posiciones recién apuntada en una sólida unidad filosófica, centrada en la convicción
epistemológica que nace de una visión del ser humano como alguien cuyas escasas capacidades
cognitivas lo tornan un agente poco confiable, en el sentido siguiente: no puede esperarse que de
su conducta racional surja el orden social deseado. Este orden tiene que ser construido
políticamente, y esta misión le otorga al neoliberalismo su unidad como estructura organizacional.
Las masas pueden proponer cualquier cosa, pero el que dispone es el Mercado; lo que la gente
tiene que aprender (el único saber necesario para las masas), es que tienen que subordinar sus
ambiciones y deseos a los dictados del mercado. Y para que estos dictados resulten aceptados, las
serias deficiencias cognitivas de la gente es un punto a favor que puede ayudar a transitar el
camino que conduce al imperio del orden. De esta manera, la ignorancia de la gente, que para el
proyecto humanista "keynesiano" es un obstáculo a superar a través de la política, para el
neoliberalismo se presenta como una verdadera bendición.
El relativismo neoliberal es la consecuencia lógica de la ambición desmesurada propia de un sujeto
que quiere saber lo que no es capaz de conocer sin recurrir al mercado, única fuente de la verdad.
La información que produce el mercado es la única verdad absoluta; solo de esta verdad es posible
deducir una cadena lógica de verdades asociadas. Las virtudes del mercado nada tienen que ver
aquí con la justicia; ni siquiera tienen que ver con la eficiencia, valor fundamental para el
pensamiento económico neoclásico. Para el neoliberalismo, el mercado es la verdadera y única
fuente de validación del conocimiento; de esta forma, los mercados son esencialmente
mecanismos de descubrimiento que permiten a los emprendedores tener ideas nuevas y plantear
soluciones originales para los problemas. En este punto central, el pensamiento neoliberal se
impuso no solo en el pensamiento económico ortodoxo, sino en la cultura actual en su conjunto:
hoy en día, la cultura parece haber dejado de creer que la gente sea racional; se cree mucho más
en la omnisciencia del mercado, lo que constituye un innegable triunfo del proyecto neoliberal.
En los puntos siguientes intentaremos sintetizar las principales "verdades" del neoliberalismo.
1. El Mercado Procesa de Manera Óptima la Información Múltiple y Compleja
con la invención de la computadora, el mercado comienza a re-conceptualizarse como si fuera una
especie de supercomputadora; esta reificación del mercado como si fuera una súpermáquina de
cálculo constituye, para algunos, el punto de origen del neoliberalismo, pensamiento según el cual
ya no son los sujetos los que deciden, sino el mercado.
Esta forma de tratar al mercado constituye una verdadera innovación en el pensamiento
económico y es, quizás, lo que permite dar cierta preeminencia a la figura de Hayek en la
construcción del proyecto neoliberal. En efecto, fue Friedrich Hayek el primero en reconocer que
el mercado es un procesador de la información económica, tema originalmente ligado a la ya
mencionada "controversia del cálculo socialista", donde los principales participantes fueron
Ludwig von Mises16, por un lado, y Oskar Lange17 por el otro. En la década de 1940, Hayek
desplazó la posición un tanto críptica de Mises acerca de la "imposibilidad" del cálculo socialista,
trasladando el eje de la discusión hacia algo menos drástico: el tratamiento de la información en la
vida económica. En su participación en la controversia, el argumento central de Hayek se centró
en marcar que el error del socialismo consiste en pretender elaborar lo que solo el mercado
produce; peor aún, lo que pretendía solucionar era algo que el mercado ya había solucionado.
Para Hayek, el problema económico central no es la asignación eficiente de recursos dados, sino la
utilización por parte de los agentes de la información y del conocimiento, que nadie posee en su
totalidad. La información (o el conocimiento) es el concepto central en el pensamiento de este
autor, tema sobre el cual su obra permite distinguir tres etapas diferentes. En un primer
momento, asociado con el debate abierto con el socialismo, lo que sobresale es la dispersión de la
información y el conocimiento en parcelas incompletas y frecuentemente contradictorias entre los
sujetos económicos individuales; el conocimiento y la información necesarios para las decisiones
económicas no están nunca disponibles de manera concentrada e integrada en ninguna mente ni
en ninguna computadora, por más poderosa que ésta fuera18. Dicho de otra forma, la dificultad
endémica del sujeto se manifiesta en la imposibilidad de recoger y desplegar todo el conocimiento
requerido para coordinar una economía compleja de intercambio. Frente a esto, el mercado surge
como el mecanismo que procesa y comunica la información económica necesaria, considerada
como una especie de energía difusa, una "cosa" esparcida por la economía, demasiado pequeña
para ser reunida y consolidada en forma útil. Si la primera aproximación de Hayek al tema de la
información lo asocia a la física moderna (la información como una cosa material difusa), en un
segundo momento puede observarse un giro hacia la sicología: mucho del conocimiento humano
no es solo desarticulado; también es tácito e inaccesible para el propio sujeto. se apoya en la
noción de ignorancia radical como estado natural del ser humano, inmerso en un destino
predestinado, sobre el que el individuo no puede intervenir.
Quizás por eso habla Hayek, en esta última etapa, más de información que de conocimiento,
subrayando que el Mercado es un Súper Procesador de la Información, que es descubierta antes
que nadie por los que están más cerca, esto es, por los empresarios capitalistas. Este precepto,
que no se deduce de ninguna teoría económica conocida, es lo que el neoliberalismo defiende
como el más profundo de sus mandamientos.
2. "No Existe Tal Cosa Como la Sociedad" (que no sea la "Sociedad de Mercado").
La sociedad civil se organiza, entonces, a través de los mercados; de esta manera, lo que el
proyecto neoliberal busca instaurar, en cada país y en el mundo entero, es una verdadera
“sociedad de mercado”. Terminando así con la distinción entre sociedad civil y mercado.
Si hacemos una historia somera de estos términos en la era moderna la separación entre lo
político-estatal y la sociedad civil, definida esta última, en un primer momento, como el espacio de
las actividades económicas privadas. Pero el pluralismo de valores, reconocido como un dato
positivo del mundo social moderno, llevó a plantear una nueva definición de la sociedad civil,
diferenciándola tanto del sector privado de la economía como del sector público-estatal. Como
resultado de este proceso histórico, las instituciones del Estado y de la economía se distinguen hoy
como dos sectores diferentes de la vida política, a los que hay que sumar el tercer sector: la
sociedad civil.
El tercer sector cumple esencialmente dos funciones políticas. La primera de estas funciones
consiste en proveer a las sociedades modernas de instituciones intermedias sólidas y vigorosas,
llamadas a configurar un cuerpo colectivo capaz de llamar continuamente la atención sobre
problemas no resueltos por la conjunción del Estado y del sector privado. Para cumplir con su
segunda función, la sociedad civil tiene que convertirse en una suerte de espacio público virtual,
donde los miembros se sienten todos partícipes, sin exclusiones de ninguna naturaleza, de un
proceso deliberativo que pretende integrar de manera armónica los múltiples intereses y
preferencias individuales. Ninguna de estas dos grandes funciones asignadas a la sociedad civil
tienen sentido dentro del programa neoliberal.
El neoliberalismo se aparta totalmente de la ruta trazada por pensamiento económico smithiano,
obviando, sin más, la necesidad insoslayable que tenemos de habérnosla, cuando estudiamos la
conducta de los sujetos en la vida económica concreta, con la pluralidad de valores y motivaciones
que explican las acciones de estos sujetos. En lugar de comprometerse con el esfuerzo necesario
para buscar la mejor manera de encarar esta compleja pluralidad, el neoliberalismo pretende
asimilar la Sociedad Civil con el Mercado, después de haber abandonado todo intento de estudiar
con cuidado las decisiones individuales, de las que solo remarca la ignorancia que sigue
necesariamente a las fallas epistémicas irremediables del ser humano.
3. Son Funciones del Estado: Terminar con el "Estado de Bienestar" y Construir un
Nuevo Sujeto Económico, pasivo frente al Mercado y activo en la Valorización de su
"Capital Humano
La primera meta que el pensamiento neoliberal se propone consiste en desmoronar los
argumentos que sostienen la necesidad de la sociedad civil de contar con el Estado para evitar la
concentración de poder monopólico en corporaciones privadas y para enfrentar con políticas
públicas cualquier otra falla de los mercados. Lo que la nueva “verdad” neoliberal va a proponer
es, por el contrario, que el gobierno tiene que caducar en su intento de vigilancia de los mercados,
muy simplemente porque se trata de una tarea imposible de cumplir: el poder del soberano es
esencialmente incapaz de operar juiciosamente en la economía a través de cualquier política
pública imaginable; solo el mercado, con su mano invisible, puede anudar de manera equilibrada
los hilos subjetivos de millones de sujetos económicos con intereses disímiles.
El segundo pilar del pensamiento o proyecto neoliberal se apoya en el convencimiento de que el
lema del laissez-faire, que corresponde muy bien aplicarlo a la “libertad” absoluta de los
mercados, no es para nada adecuado cuando pretendemos aplicarlo a la relación del gobernante
con el sujeto económico individual.
El neoliberalismo va a acusar a este aspecto del laissez faire de pecar de una suerte de ingenuidad
naturalista. El proyecto neoliberal otorga al Estado un rol socialmente constructivo, imponiéndole
el deber de trabajar activamente con el fin de construir un sujeto económico “nuevo”. El “hombre
nuevo” tiene que despojarse de todas la ideas engañosas ligadas a cualquier actividad colectiva
que busca conquistar derechos sociales, derechos que el Estado de Bienestar tendría, por su parte,
la obligación de esforzarse por cumplir. Frente a la inmensidad de los mercados, el hombre nuevo
tiene que buscar por sus propios medios cómo obtener el mayor provecho posible de las
oportunidades que le brindan los propios mercados. Y para conseguir este objetivo, a la vez
elemental y complejo, puede contar con su capital humano, con su capacidad de autoayuda, sin
apelar a ninguna acción colectiva.
Si corresponde al Estado conducir a la sociedad hacia su estado ideal (la “sociedad de mercado”),
resulta claro que el objetivo político principal del proyecto neoliberal es controlar el Estado para
demoler todo el aparato de intervención pública construido, en etapas históricas anteriores, bajo
el imperio del llamado Estado de Bienestar. La única política económica aceptable es aquélla que
persigue adecuar las funciones y la estructura del Estado a las exigencias de los mercados; como el
Estado Providencia ha avanzado impropiamente sobre los dominios propios del Mercado,
corresponde ahora al Estado Neoliberal buscar la mejor manera de “privatizar” los servicios como
la educación, la salud, la producción científica y tecnológica, etc.,.
El Estado tiene que ser lo suficientemente poderoso como para imponer a la sociedad
(democráticamente o no), una visión según la cual el funcionamiento efectivo de los mercados
(competitivos o no) constituye la única vía válida para definir toda la organización política
direccionada a la asignación eficiente de recursos disponibles. En esta visión neoliberal,
corresponde al Estado imponer, manipulando a la población si fuera necesario, las políticas que
despejen de toda resistencia social al poder que les cabe a las corporaciones para definir ellas
mismas las reglas de juego de la vida colectiva.
4. La Fobia al Estado
Uno de los mayores triunfos políticos que el neoliberalismo puede exhibir hoy consiste en haber
logrado instalar, en buena parte del mundo, una verdadera “fobia al Estado.
La tesis de la futilidad afirma que muchas tentativas de efectuar cambios sociales están
condenadas al fracaso, simplemente porque van en contra de leyes económicas que gobiernan el
mundo social.
El credo neoliberal incrementa este acerbo de críticas al Estado “interventor”, acusándolo también
de actuar siempre poseído por una fuerza ilimitada de expansión, por un dinamismo endógeno
que lo lleva necesariamente a invadir la esfera de la sociedad civil, favoreciendo a funcionarios
ignorantes y mayormente corruptos, en contra de los intereses privados de los ciudadanos
5. El Mercado muestra no solo "lo que es", sino también "lo que debe ser"
En el pensamiento neoliberal, el mercado no es solamente el dato clave para describir la realidad
(“lo que es”, verdaderamente); muestra también lo que “debe ser” si la sociedad pretende lograr
eficiencia máxima y respetar los principios básicos de la justicia. En este marco de pensamiento, la
justica conmutativa está siempre garantizada en el ejercicio de todo intercambio voluntario
realizado a través de un mercado, donde lo que se da es siempre equivalente a lo que se recibe a
cambio.
En este marco, la desigualdad económica, por ejemplo, que surge como resultado natural de la
instauración de u n a sociedad de mercado, es algo i n t r í n s e c a m e n t e " bueno", puesto que
garantiza el cumplimiento estricto de los principios básicos de la justicia conmutativa, además de
incitar a que los agentes económicos más pobres busquen emular la conducta de los ganadores
del mercado (que son, por definición, los más eficientes).
Mucho se ha hablado en las últimas décadas de la "responsabilidad social (moral) de la empresa"
en su participación en los mercados; pero, más allá del componente puramente retórico que
sobresale en formulaciones de ese tipo, el credo neoliberal ha visto siempre a la actividad
empresarial como inmersa en un proceso evolutivo de selección de los mejores, que obliga a todos
a luchar de manera denodada para no desaparecer. La "destrucción creativa"33 del capitalismo
amenaza, sobre todo, a las empresas menos competitivas.
Cabe mencionar, en este punto, que el pensamiento económico tradicional neoclásico defendió
siempre la libertad más absoluta de los empresarios en su tarea de coordinar emprendimientos
productivos; en el cumplimiento de esta noble función, el único deber moral del emprendedor es
maximizar la ganancia empresarial. Pero, paralelamente, este mismo pensamiento admite la
decisión política de modificar, eventualmente, la distribución del ingreso que surge del mercado, a
través del cobro de impuestos que no distorsionen los incentivos productivos. El Estado interviene
aquí de manera ex-post, sin interferir con el Mercado y guiado por principios políticos o morales
que son ajenos al pensamiento económico estricto. El neoliberalismo abandonó totalmente esta
cuestión, propia de la "economía del bienestar", para concentrarse en la manera más rápida y
efectiva de reducir los impuestos que gravan a las mayores riquezas.
6. El Neoliberalismo tiene el hábito de trasmitir, en muchos temas centrales, una "Doble
Verdad": una para los iluminados ("la" verdad), la otra para las masas ignorantes.
De esta manera, aunque basado en un núcleo claramente epistémico, el pensamiento neoliberal
promueve activamente la generación de ignorancia en asuntos macroeconómicos que amenazan
potencialmente el ejercicio del poder político en favor de los mercados totalmente desregulados.
Recordemos que esta doctrina desconfía abiertamente de la capacidad que tiene la mente
humana para conocer la complejidad macroeconómica de las economías de mercado; la verdad
objetiva surge aquí del funcionamiento de una especie de mercado de ideas, que muestra la luz
aunque participen en el intercambio gente muy confundida. Esta posición frente a "la" verdad, que
emerge siempre de los mercados, explica también la hostilidad que el neoliberalismo manifiesta
hacia los intelectuales que se afanan en buscar "la" verdad; en el orden neoliberal, los
"intelectuales" trabajan simplemente por el dinero que les genera sus ideas, sin interesarles en
absoluto descubrir lo que solo los mercados pueden conocer.
Lejos de descubrir verdades por su cercanía con los mercados, lo que hacen los grandes actores
financieros es participar activamente de una gran batalla que se libra con el fin de manipular, en
provecho propio, reglas que son tan complejas que la mayoría de la gente no las entiende. La
primera doble verdad del neoliberalismo se pone de manifiesto en forma contradictoria que este
proyecto político manifiesta cuando piensa las funciones Se trata de la tasa interbancaria de
oferta de Londres (LIBOR, por sus siglas en inglés). Por un lado, el Estado es siempre el problema
(nunca parte de la solución), por lo que corresponde reducir su tamaño al mínimo: esta es la
verdad que hay que trasmitir a las masas, buscando persuadirlas con la repetición hasta el
hartazgo de lugares comunes, tales como la ignorancia y la corrupción que acompañan siempre a
los políticos y funcionarios públicos. Pero, por otro lado, el neoliberalismo necesita, para llevar a
cabo su proyecto de transformación societal, contar con el apoyo de un gran Estado: ésta es "la"
verdad, conocida por la elite pensante que trata de imponer a las masas el proyecto neoliberal
como orden político natural de la vida en sociedad. También la invocación habitual al "orden
espontáneo" coexiste, en el lenguaje propio del neoliberalismo, con la necesidad de construir un
proyecto colectivo que, desde el accionar del Estado, facilite la ejecución efectiva de la
transformación societal requerida para acabar con el "populismo", propio del intervencionismo
socialista-keynesiano; y este proyecto, lejos de ser una generación espontánea, tiene que llevarse
a cabo a través de la implementación activa de estrictas reglamentaciones políticas.
Otra doble verdad surge cuando notamos que, en el ámbito del neoliberalismo, se milita, por un
lado, en favor de la defensa a ultranza de la libertad individual, mientras que, por otro lado, se
adosa a esto la creencia en un proceso "evolutivo" inmerso en una suerte de darwinismo social,
que deja muy poco margen a la consideración de los sujetos económicos en tanto agentes,
llamados a ser artífices de su propio destino. Como hemos expresado ya varias veces, los sujetos
individuales del neoliberalismo están inmersos en una estructura, cuyas leyes evolutivas
inexorables condenan a todo el mundo a aceptar "la" verdad que surge de los mercados. El
neoliberalismo ensalza también la racionalidad del homo economicus, pero promueve
simultáneamente la ignorancia de las masas, consciente de que las limitaciones epistémicas del
sujeto le impiden definitivamente procesar toda la información económica relevante.
De acuerdo con el proyecto neoliberal, las masas mayoritarias tienen que recibir un mensaje
simple, que se reduce a dos afirmaciones básicas: en primer lugar, los mercados ordenan de la
mejor manera la vida social y, en segundo lugar, todos los individuos tienen el poder de solucionar
por sí mismos las dificultades y desafíos que la vida económica plantea.
7. Neoliberalismo y Democracia son Cosas Incompatibles
Más que compatibilidad, podría hablarse aquí de un decidido apoyo del programa neoliberal al
avance de gobiernos plutocráticos, que fomentan esta concentración de ingresos y riquezas; al fin
de cuentas, la propuesta implícita del programa neoliberal no es otra que restaurar un orden
mundial como el que existía antes de la Primera Guerra Mundial, signado por un nivel de
desigualdad distributiva análogo al de nuestros días.
Un simple silogismo sirve de argumento para defender esta afirmación:
- El poder económico se convierte en poder político por canales actualmente muy conocidos,
agrupados en la fórmula “captura regulativa”.
- En las economías de mercado actuales, el poder económico se distribuye de manera
extremadamente desigual.
- Conclusión: como un gobierno democrático se basa en la distribución igualitaria del poder
político, decir que las sociedades modernas son hoy democráticas parece ser una muestra clara de
hipocresía política y económica.
En la “democracia económica” que predica el credo neoliberal, el “poder democrático” de cada
uno depende de lo que tenga en su bolsillo; bajo esta premisa, son los propietarios de la riqueza
los que, de hecho, imponen las reglas de juego a través de un arte de gobernar que pone al Estado
bajo el control estricto del Mercado. No sorprende, entonces, que fórmulas como “asalto a la
democracia” o “democracia quebrada” hayan aparecido últimamente en los grandes medios de
comunicación de los Estados Unidos, sintetizando así una alarmante situación global, donde
muchos gobiernos actuales, aunque elegidos en procesos formalmente democráticos, se
desconectan decididamente de la mayoría de la población que, de acuerdo a los resultados de
numerosas encuestas de opinión, se muestra decididamente en contra del ejercicio plutocrático
que gobiernos “elegidos por el pueblo” practican abiertamente.
Todo sistema genuinamente democrático supone una serie de reclamos de distinto tipo de
reclamos, comenzando por las conocidas exigencias formales que incluyen un conjunto de reglas
procesales, tales como el gobierno de la mayoría. impone también exigencias más sustantivas,
comenzando por el simple reconocimiento de que ninguna democracia sustancial puede prescindir
de cierto amor ciudadano por la cosa pública, cierta disposición subjetiva que, más allá del interés
personal como importante móvil de las acciones, esté también asociada a un compromiso social
que mueva a los ciudadanos a participar y buscar influir en las decisiones colectivas, a través de un
debate abierto sobre los fines que elegimos perseguir y sobre el uso de los principales medios que
tenemos a nuestra disposición para conseguirlos. El sistema democrático exige, finalmente,
garantizar la viabilidad y la capacidad de los ciudadanos para cambiar las reglas de juego,
encarnadas en instituciones jurídicas y políticas determinadas, además de la vigencia plena de
libertades civiles como la libertad de expresión, de asociación y de prensa.
Las más repetidas quejas al sistema democrático son:
- el ciudadano no está nunca del todo educado para “gobernar”
- los gobernantes son siempre ignorantes (los asuntos de interés colectivo son cada vez más
complejos y difíciles de manejar) y, sobre todo, corruptos
- la lucha de intereses es inevitable y todo intento de conciliación posible a través del diálogo
democrático está condenado al fracaso
el crecimiento del aparato burocrático del Estado es un mal irremediable, que se agrava con arte
democrático de gobernar.
Si todas estas críticas gozan de un grado importante de objetividad, no es menos cierto que no
tenemos por qué ponernos en el extremo de exigir el cumplimiento estricto de todas las
exigencias que aparecen en el ideal democrático puro (podemos siempre recurrir a la máxima de
Churchill, aceptando la democracia como el mal menor). Sin embargo, hay dos de estas promesas
incumplidas que están hoy, en la opinión de muchos, corrompiendo la médula de las democracias:
por un lado, el gobierno a través de la discusión y el ejercicio de la razón pública y, por otro lado, la
visibilidad y transparencia del poder, lo que equivale a decir que no existe actor privado con
significativos poderes ocultos, invisibles, a la hora de decidir cuestiones públicas. Estas dos
condiciones son hoy denunciadas como grandes faltantes, de hecho, en el gobierno efectivo de
nuestros sistemas actuales de gobierno y, en ambas, el pensamiento económico implicado en el
neoliberalismo está directa e íntimamente involucrado.
En relación con la participación activa de los ciudadanos en un ejercicio efectivo del debate
público, lo que hay que decir es que el neoliberalismo muestra, a todas luces, una visión
diametralmente opuesta a este principio democrático medular. Lo que proyecto neoliberal predica
es que el público, el pueblo, tiene que ser un espectador pasivo, atomizado, ajeno a la vida política
(limitando su vida pública, en todo caso, a la participación en Iglesias y ONGs), obediente,
disciplinado por el mercado e ignorante del poder real que, de hecho, ejercen sobre él los grandes
sujetos económicos privados. Una vez que el mercado “informa” sobre los precios, no hay nada
sustantivo que le corresponda al pueblo (ni a nadie) poner en debate. Por lo demás, el gobierno,
en manos de “expertos” neoliberales, sabe muy bien que la tarea principal del Estado consiste en
convencer al “pueblo” para que acepte la “verdad” que el mercado anuncia.
8. La Libertad Individual que el Neoliberalismo pregona es una "Libertad Negativa"
Según la doctrina neoliberal, la única libertad individual que cabe respetar sin tapujos es la libertad
que Isaiah Berlin definiera como “negativa” 48, esto es: la capacidad que tienen los sujetos
individuales de obrar y decidir, dentro del marco legal existente, lo que les plazca, sin obstáculos ni
interferencias; libres, en particular, de toda regulación impuesta por el Estado. En el mundo
neoliberal, todos obran dentro de los límites definidos por un mecanismo impersonal que pone un
precio a todas y cada una de las decisiones que los sujetos resuelven libremente tomar. Una vez
conocidos los precios (tarea esencial asignada al mecanismo de mercado), el sujeto es libre de
elegir lo que más quiere: ir al cine, delinquir49, tener un hijo o suicidarse.
En el programa neoliberal, la libertad negativa más absoluta está garantizada cuando los mercados
funcionan sin trabas regulativas; se asegura de este modo, al mismo tiempo, la eficiencia y la
justicia distributiva, permitiendo que los pobres tengan el mismo derecho que tienen los ricos de
elegir dónde duermen: si en un lujoso hotel o en el desamparo de la calle. Pero la libertad
“positiva”, aquélla que permite ser y hacer lo que cada uno cree que vale la pena ser o hacer en
aras de conseguir una vida plena, está aquí fuera de toda consideración. De esta manera, lo que el
neoliberalismo conserva del liberalismo clásico es la “libertad de elegir” que tiene el sujeto cuando
se enfrenta a las diferentes opciones que los mercados le ofrecen; su libertad está, así,
férreamente "condicionada" por los resultados que arrojan los mercados.
El pluralismo contemporáneo, que obliga a la tolerancia mutua frente a valores disímiles, está
íntimamente asociado al respeto incondicional que se profesa a la libertad individual, entendida
básicamente como el derecho individual a la privacidad. En este marco, el pensamiento económico
tradicional, construido a partir de las versiones más radicales del individualismo, plantea que no
hay en la realidad social nada diferente a la realidad de los individuos que la componen. De ese
modo, la sociedad no tiene propósitos ni fines en los modelos económicos tradicionales, donde
nociones tales como justicia social o bien común no pueden ser sino engañosas. Esta versión del
pensamiento económico, asumida a pleno por el neoliberalismo, sólo puede teorizar la sociedad
sobre la base del puro interés individual.
La libertad individual negativa y el respeto por la tolerancia parecen no ser valores suficientes para
enfrentarnos a problemas cruciales de la vida social moderna. La pobreza creciente, el desempleo
y la violencia en las grandes ciudades, por ejemplo, no se explican cabalmente por la intolerancia
ni por la falta de libertades negativas. Además, la libertad individual exacerbada y reducida a su
dimensión negativa, puede desembocar en un aislamiento individualista, más cercano a la imagen
de una prisión que a la de una verdadera liberación.
Frente a este desafío, la opción planteada entre, por un lado, el aislamiento del sujeto individual y,
por el otro, la masa colectiva informe, es una opción decididamente falsa. Lo mismo ocurre con la
reducción de lo público a la tarea de construcción de un consenso referido de manera exclusiva a
un conjunto de reglas de mero procedimiento. Lo que las sociedades actuales necesitan es
fortalecer el sentido de identidad social de los sujetos, como condición necesaria para lograr un
sentido profundo de la responsabilidad social de todos.
9. En el Pensamiento Neoliberal, el Trabajo desaparece como categoría social y
económica.
el pensamiento neoliberal avanzó un paso más allá, anulando directamente al trabajo humano
como factor de producción. Lo que el supuesto trabajador aporta a la actividad productiva de la
economía no es ahora su fuerza laboral, sino su "capital humano". En la economía política del
neoliberalismo, no es solo que el capital tiene primacía sobre el trabajo; el trabajo, como categoría
o clase social, directamente no existe más.
Desde John Locke en adelante, la modernidad consideró al trabajo como la actividad humana que,
simultáneamente, crea y justifica la propiedad privada, defendida como un derecho humano
natural. La noción de explotación, clave en el pensamiento marxista, está basada, por su parte, en
un robo de los frutos del trabajo, que es un robo a la sustancia material misma del ser humano. El
neoliberalismo, apoyado en la teoría del capital humano, repudia abiertamente esta tradición
moderna, borrando todo residuo del trabajo productivo: todo lo que la gente hace en su vida
productiva es manifestación del capital que tiene incorporado en su propia persona.
Cada individuo se convierte aquí en administrador del valor acumulado en su propia humanidad;
el trabajo humano desaparece como categoría distinta del capital y la persona deviene un activo
sobre el que hay que invertir, un insumo productivo que representa cualquier cosa que pueda ser
valorada como una inversión, con un precio de mercado. Todos y cada uno de los sujetos de la
sociedad neoliberal buscan usar, con eficiencia máxima, la magra porción de capital acumulado en
su propia existencia, sin formar parte de ningún grupo o clase social.
10. La Desigualdad de ingresos y riquezas no puede ser, para el Neoliberalismo, otra
cosa que una Virtud
Para el pensamiento neoliberal, si hay algo que iguala a todas las empresas es justamente la
desigualdad, propiedad que se traslada al sujeto económico individual, al homo economicus, que
no es aquí un dato primitivo al que hay que respetar (al punto de entronizarlo como "consumidor
soberano"), sino que es pasible de transformarse él mismo en su propia “empresa”. Las firmas son
muy desiguales y también los sujetos individuales son muy desiguales, pero en tanto empresas de
sí mismos son todos capaces de hacer fructificar su propio capital humano. A los agentes
económicos individuales no les asiste ningún “derecho humano” que el mercado no esté dispuesto
a respetar; cualquier intento de igualar derechos, negando este principio considerado básico,
conduce inevitablemente a prácticas “populistas”, asociadas necesariamente con la ignorancia.
como el sujeto del neoliberalismo está reducido a un capital humano, la única igualdad que cobra
algún sentido en este marco es la igualdad de oportunidades, que es justamente la que garantiza
el mercado, como única fuente de conocimiento, cuando anuncia y hace público el precio de todos
y cada uno de los bienes y servicios que se intercambia.
Como todo capital se confunde en una masa informe única, la actividad económica de cada ser
humano no deja ningún rastro que permita distinguirlo de los otros. El sujeto "representativo", un
oxímoron surgido en el pensamiento económico neoclásico, le cabe muy bien al pensamiento
neoliberal: si considerar que todos los individuos son idénticos apareció en la teoría neoclásica
como una vía de escape planteada para hacer frente a profundas críticas nacidas de los problemas
de agregación, en el neoliberalismo los individuos son todos iguales simplemente porque no son
otra cosa que una parcela de capital.