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Tema 10 - Las Partes

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TEMA 10 - LAS PARTES

1. CONCEPTO DE PARTE

El proceso se caracteriza por la participación de un tercero imparcial (el juez) llamado a ofrecer
una solución vinculante al conflicto existente entre demandante y demandado. De ahí que todo
programa de Derecho Procesal Civil deba comenzar por analizar los presupuestos que juez y
partes deben reunir para actuar válidamente en el proceso. En el caso del juez, es preciso que
cuente con jurisdicción y competencia (objetiva, funcional y territorial), de modo que la falta de
alguna de ellas puede examinarse de oficio por el propio órgano jurisdiccional o provocar el
planteamiento de la falte de competencia mediante declinatoria y, con ello, la determinación del
órgano finalmente competente. A su análisis se destinaron anteriores lecciones de este manual.

Respecto de las partes, su intervención procesal válida se hace depender de la concurrencia de


tres presupuestos: capacidad (para ser parte y procesal), legitimación (ordinaria y
extraordinaria) y postulación (intervención de abogado y procurador). Esta lección está
dedicada al concepto de parte y al primero de tales presupuestos, la capacidad, en su doble
vertiente de capacidad para ser parte y capacidad procesal, dos conceptos correlativos a los de
personalidad jurídica y capacidad de obrar del ámbito sustantivo, de los que suponen su
manifestación procesal. Se pondrán de manifiesto los distintos sujetos a los que la LEC confiere
capacidad para ser parte y capacidad procesal, así como el tratamiento procesal de la
capacidad, esto es, los mecanismos para denunciar o evidenciar las irregularidades relativas a
la capacidad en cualquiera de sus manifestaciones.

La configuración doctrinal del concepto de parte se ha realizado tradicionalmente en torno al


concepto de pretensión, de manera que puede afirmarse que parte es quien pide o formula la
pretensión (parte activa, demandante o actora) y frente a quien se pide o se formula la
pretensión (parte pasiva o demandada).

Es esencial entonces conocer los presupuestos exigidos para ocupar la posición activa o pasiva
del proceso, que se encuentran conectados, en el caso del proceso civil, con la naturaleza
disponible de los derechos cuya tutela se solicita, por cuanto, como regla general —aunque con
importantes excepciones—, son partes procesales quienes ostentan —o afirman ostentar— la
condición de titulares de la relación jurídica a la que se refiere la pretensión.

Quienes intervienen como parte demandante y demandada cuentan con una posición especial y
privilegiada que les confiere la posibilidad de ejercitar derechos, pero también les sitúa ante la
necesidad de cumplir ciertas cargas y obligaciones para la defensa de sus intereses y, por
tanto, disfrutan de un estatuto jurídico específico y diferenciado respecto de los terceros o
sujetos ajenos al proceso, cuya actuación se limita, cuando son llamados, a intervenir como
testigos, peritos o a colaborar en el proceso aportando la información que el órgano
jurisdiccional le requiera (por ejemplo, documentación bancaria).

De este modo, la intervención procesal de quien es parte reúne ciertas características que la
diferencian de la intervención del tercero, concepto al que se contrapone. Tales características
son las siguientes:.

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A) Quien interviene como parte debe reunir una triple condición: en primer lugar, debe contar
con la capacidad que le habilita para intervenir en toda clase de procesos, y por tal se entiende
la aptitud para ser titular de derechos, cargas y obligaciones de naturaleza procesal (capacidad
para ser parte) y la capacidad para llevar a cabo actuaciones procesales válidas (capacidad
procesal). En segundo lugar, una vez constatada la suficiente capacidad en su doble
manifestación (para ser parte y procesal), es preciso que en el caso concreto se cuente con una
especial vinculación con la pretensión que se formula, a la que se denomina legitimación, que
normalmente se manifiesta en la titularidad de la relación jurídica de origen (legitimación
ordinaria), pero que excepcionalmente puede venir establecida o ser creada ope legis, esto es,
por ministerio de la ley (supuestos de legitimación extraordinaria). En tercer y último lugar, quien
pretende alcanzar la posición de parte debe cumplir con los requerimientos propios de la
postulación procesal, capacidad de la que generalmente carecen los ciudadanos y que debe
integrarse mediante la representación procesal —ejercida por el procurador— y la defensa
técnica, que corresponde al abogado, a excepción de los supuestos en los que, como se verá,
la LEC permite la intervención directa de la parte sin necesidad de asistencia técnica
profesional.

B) Como se ha señalado, y dada la relación de instrumentalidad que el proceso guarda con la


resolución de conflictos surgidos en el ámbito del Derecho sustantivo o material, podrán ser
partes procesales quienes previamente lo hayan sido de la relación jurídica conflictiva que ha
dado lugar al proceso, pero no solo ellos. En ocasiones, a los efectos de posibilitar una mejor
tutela de los derechos, podrán ser partes también otros sujetos ajenos a la relación jurídica
(supuestos de legitimación extraordinaria). Esta relación de instrumentalidad, sin embargo, no
evita la paradoja de que el concepto de parte sea un concepto exclusivamente procesal, de
manera que la condición de parte se adquiere o no con independencia de la titularidad real de la
relación jurídica, esto es: quien es parte puede no ser titular de la relación jurídica (por ejemplo,
porque se trate de un supuesto de legitimación extraordinaria o porque tal relación jurídica se
declare inexistente en la sentencia), y quien resulta ser titular de la relación jurídica puede no
haber adquirido la condición de parte (por no haberse personado en el procedimiento). De esta
manera, será considerado tercero quien no cuente con la cualidad de parte procesal y, salvo en
los supuestos del art. 222.3 LEC (herederos, causahabientes y sujetos legitimados en atención
a lo dispuesto en el art. 11 LEC), no podrá resultar afectado por la sentencia que se dicte, entre
otras razones, porque no ha tenido la oportunidad de intervenir en el proceso en defensa de sus
intereses.

C) Consecuencia de lo anterior es que la condición de parte no se adquiere por el simple hecho


de reunir los requisitos para serlo. Es preciso, además, estar debidamente personado en el
proceso, esto es, de manera que solo quienes se encuentren personados como parte
demandante y demandada podrán ejercitar los derechos, cargas y obligaciones inherentes a su
condición. La personación del demandante se realiza mediante demanda y la del demandado
mediante la contestación a la demanda. Cabe la posibilidad también de personarse mediante
escrito presentado al efecto en aquellos supuestos en los que el proceso se encuentra ya
iniciado, como puede suceder en el caso de intervención de terceros, de sucesión procesal o de
personación del demandado en cualquier momento posterior al de la contestación a la
demanda.

2
D) Las partes reciben distintas denominaciones en la LEC en atención a su posición activa o
pasiva respecto de la pretensión y al momento procesal en el que nos encontremos: sin ánimo
exhaustivo, las denominaciones más frecuentes son las de demandante o actor y demandado
(respecto de la pretensión principal), demandado reconviniente y demandante reconvenido
(respecto de la formulación de la reconvención), recurrente y recurrido (en general, cuando se
plantea un recurso), apelante y apelado (en particular, cuando se formula un recurso de
apelación) y ejecutante y ejecutado (respecto de la ejecución —provisional o forzosa— de la
sentencia).

2. LA CAPACIDAD PARA SER PARTE.

La capacidad para ser parte es la aptitud para ser titular de los derechos, cargas y obligaciones
procesales. Su relación con la capacidad jurídica en el ámbito material o sustantivo —de la que
supone su manifestación procesal— es clara, de manera que cabe afirmar que la capacidad
para ser parte es al proceso lo que la capacidad jurídica es al ámbito de las relaciones entre
particulares en el terreno sustantivo, esto es: mientras la capacidad jurídica se traduce en la
aptitud para ser titular de derechos, cargas y obligaciones, para alcanzar la posición de parte se
requiere la capacidad para ser titular de derechos cargas y obligaciones en el ámbito del
proceso. De ahí que sea posible trazar un paralelismo entre los sujetos a los que el Código Civil
confiere capacidad jurídica y los sujetos a los que la LEC reconoce capacidad para ser parte.
No podía ser de otro modo en la medida en que, como ya se ha indicado, el proceso es el
medio a través del que se ventilan pretensiones relativas a relaciones surgidas entre sujetos
con capacidad jurídica que, por tanto, han de contar con capacidad para intervenir en él en
defensa de sus intereses. Sin embargo, este paralelismo no debe entenderse en sentido
estricto, sino solo como una manera de comprender el significado de la capacidad en el ámbito
procesal. La capacidad para ser parte es, sin duda, más amplia que la capacidad jurídica, por
cuanto la LEC se la reconoce a entes que carecen de personalidad en el tráfico jurídico, y ello
con la evidente vocación de proteger a quienes puedan verse perjudicados por sus actuaciones
en el ámbito civil y mercantil.

Es el art. 6 LEC el que enumera todos los sujetos a los que se confiere capacidad para ser
parte. Se trata de un listado muy amplio en el que se reconoce esta aptitud a sujetos y
supuestos de muy variada índole que, a efectos expositivos, pueden reconducirse a tres
grandes grupos: personas físicas (art. 6.1.1º y 6.1.2º. LEC), personas jurídicas (art. 6.1.3º LEC)
y entes especiales (art. 6.1.4º a 6.2. LEC).

2.1. LAS PERSONAS FÍSICAS

Todas las personas físicas tienen capacidad para ser parte desde el nacimiento (cuando este se
verifica con las exigencias del art. 30 CC) y hasta el fallecimiento, que provoca su extinción (art.
32 CC). Por tanto, el nacimiento confiere capacidad para ser parte, pero el concebido y no
nacido (nasciturus) ostenta también capacidad para ser parte, si bien limitada a los efectos que
le sean favorables y, por tanto, exclusivamente para ocupar la posición de parte demandante en
defensa de sus expectativas de derecho, fundadas en el futuro nacimiento. Precisamente, esta
regla —que es el reflejo procesal de lo que se establece en el art. 29 CC para el tráfico
jurídico—, debe entenderse sometida a la condición de que llegue a verificarse el nacimiento en

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los términos expresados en el art. 30 CC, pues en caso contrario se extingue esta suerte de
capacidad extraordinaria.

2.2. LAS PERSONAS JCAS

Las personas jurídicas, sean públicas o privadas, cuentan con capacidad para ser parte desde
su válida constitución y, en paralelo a las personas físicas, hasta su completa extinción. El art.
6.1.2º LEC, que así lo establece, es una norma en blanco que debe ser integrada con aquellas
que específicamente prevén los requisitos necesarios para entender válidamente constituida a
la persona jurídica, a las que se remiten los arts. 35 a 37 CC.

Por lo que respecta a su extinción, hay que tener en cuenta, además, que el Pleno de la Sala 1ª
del Tribunal Supremo ha establecido que incluso una vez extinguida la persona jurídica (efecto
que se produce con la inscripción registral de la escritura de extinción y la cancelación de todos
los asientos), esta conserva su capacidad para ser parte demandada hasta que se completen
las operaciones de liquidación, exclusivamente, por tanto, a los efectos de posibilitar
reclamaciones por saldos negativos pendientes (STS 324/2017, de 24 de mayo). Una situación
que, dado que es posterior a la extinción de la persona jurídica, bien podría ubicarse entre los
supuestos que se han denominado “entes especiales”, a los que se alude en el apartado
siguiente.

2.3. LOS ENTES ESPECIALES

Bajo esta denominación se agrupan distintos supuestos que poco o nada tienen en común más
allá de sobrepasar los conceptos de persona física y jurídica, dando respuesta a múltiples
situaciones que, de otro modo, no tendrían un fácil acceso a la tutela judicial. En efecto, la LEC
permite dirigirse contra tales entes sin necesidad de demandar a cada uno de sus integrantes, a
pesar de tratarse de supuestos que —en su mayoría, y dejando al margen el caso del Ministerio
Fiscal— carecen de personalidad jurídica. En particular, en virtud de lo dispuesto en el art.
6.1.4º y siguientes de la LEC, tienen capacidad para ser parte:

1. Las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan transitoriamente de


titular o cuyo titular haya sido privado de sus facultades de disposición y administración.
Es el caso de la herencia yacente, del patrimonio del ausente, del incapacitado
judicialmente o declarado pródigo y del patrimonio de quien resulte declarado en
concurso de acreedores.
2. Las entidades sin personalidad jurídica a las que la ley reconozca la capacidad para ser
parte (por ej., las comunidades de propietarios).
3. El Ministerio Fiscal para los procesos en los que se disponga legalmente que debe
intervenir como parte.
4. Los grupos de consumidores y usuarios afectados por un hecho dañoso, siempre que
sus miembros estén determinados o sean fácilmente determinables, ya que la válida
interposición de la demanda requiere que el grupo esté formado por la mayoría de los
afectados. No debe confundirse a estos grupos con las asociaciones de consumidores y
usuarios, cuya capacidad para ser parte les viene atribuida por su condición de personas
jurídicas, y por tanto, en virtud de lo dispuesto en el art. 6.1.2º LEC.

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5. Los entes que, sin llegar a estar válidamente constituidos como personas jurídicas,
estén integrados por un conjunto de personas y bienes al servicio de un fin común.
Únicamente se les reconoce capacidad para ser parte demandada, ya que se trata de un
mecanismo para la protección de terceros frente a las actuaciones en el tráfico jurídico
que puedan realizar este tipo de entes, pues de otro modo habría que demandar a cada
uno de sus integrantes. Esta previsión se aplica a las sociedades civiles irregulares u
ocultas y a las sociedades mercantiles en formación (no a las mercantiles irregulares, a
las que se les aplica el régimen de las sociedades civiles, que cuentan con capacidad
jurídica y, por tanto, se integrarían en el grupo de las personas jurídicas). Cabría situar
aquí también el supuesto antes comentado de las personas jurídicas extinguidas
respecto de las reclamaciones relativas a saldos pendientes.

3. LA CAPACIDAD PROCESAL

La capacidad procesal o la capacidad de obrar procesal consiste en la aptitud para actuar


válidamente en juicio y realizar actos procesales por uno mismo. El art. 7.1 LEC, al referirse a
ella como la capacidad para comparecer en juicio, la atribuye exclusivamente a quienes
ostentan la capacidad de obrar: “Solo podrán comparecer en juicio los que estén en el pleno
ejercicio de sus derechos civiles”. Es preciso, por tanto, determinar qué sujetos se encuentran
en esta situación y, por tanto, gozan también de plena capacidad procesal.

La capacidad procesal es más restrictiva que la capacidad para ser parte, de manera que
existen sujetos que pudiendo alcanzar la condición de parte procesal, no pueden comparecer
por sí mismos en juicio ni realizar actos jurídicos válidos y, por tanto, requieren la asistencia de
un representante que comparezca por ellos.

3.1. LAS PERSONAS FÍSICAS

Por lo que respecta a las personas físicas, solo cuentan con capacidad procesal las mayores de
edad y los menores emancipados, quienes reúnen el requisito de contar con el pleno ejercicio
de los derechos civiles (art. 7.1 LEC). En todos los demás casos (el concebido y no nacido, los
menores de edad no emancipados y las personas judicialmente incapacitadas), se requiere que
un representante intervenga en el proceso a los efectos de integrar la incompleta o, en su caso,
total falta de capacidad. En estos supuestos, será preciso que intervengan como
representantes:

a) Los progenitores. Los padres representan a sus hijos menores —o mayores incapacitados
judicialmente—, por cuanto esta función forma parte de las inherentes al ejercicio de la patria
potestad. Igualmente, a los futuros padres del nasciturus les corresponde su representación
procesal. Ejercerán dicha representación de forma conjunta o uno de ellos con el
consentimiento del otro.

b) Un tutor o curador. Si los progenitores han fallecido, han sido privados de la patria potestad
o quien interviene como parte es una persona física mayor de edad incapacitada judicialmente y
no se acuerda la prórroga de la patria potestad, la representación la ostentará quien actúe como
tutor o curador, para lo que habrá que estar a la sentencia de incapacitación o de privación de la
patria potestad, que establecerá el régimen concreto (tutela o curatela) y los actos a los que se

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extiende la representación (art. 760 LEC). Mientras la ausencia total de capacidad requiere el
nombramiento de un tutor, la modificación de la capacidad, preservada en parte (como sucede,
por ejemplo, con la declaración de prodigalidad), conlleva la designación de un curador, cuya
voluntad ha de ser concurrente a la del sujeto sometido a curatela.

En todo caso, tanto el tutor como el curador (este último solo cuando no se excluya
expresamente esta obligación, en los términos del art. 290 CC) necesitarán autorización judicial
para demandar en nombre de la persona sometida a tutela (salvo en asuntos urgentes o de
escasa cuantía), así como para transigir, renunciar a derechos o someter la cuestión litigiosa a
arbitraje en nombre del tutelado (art. 271.3º y 6º CC).

c) Un defensor judicial. La intervención del defensor judicial (cuyo nombramiento corresponde


al Letrado de la Administración de Justicia mediante decreto) se circunscribe a los casos en los
que no existe persona designada que represente al menor o incapaz (porque no haya sido
todavía nombrada, porque haya cesado la representación o porque resulte imposible ejercerla,
como sucede cuando hay conflicto de intereses entre la parte y su representante) y a los casos
en los que una persona física se encuentra en situación de ausencia legal en los términos del
art. 183 CC. Hasta tanto no se produzca el nombramiento del defensor judicial, será el
Ministerio Fiscal quien asuma la representación del menor, incapaz o ausente (art. 8 LEC).

3.2. PERSONAS JCAS

Las personas jurídicas —públicas o privadas— válidamente constituidas tienen capacidad


procesal, pero al tratarse de entidades ideales, es necesario que comparezcan representadas
por quien legalmente tenga atribuida dicha función de representación (normalmente el
administrador —único o mancomunado—, o el consejo de administración), que será quien
manifieste la voluntad de la persona jurídica.

3.3. ENTES ESPECIALES

De los entes especiales antes señalados para tener capacidad para ser parte, solo el Ministerio
Fiscal tiene también capacidad procesal y, por tanto, aptitud para intervenir por sí mismo en el
proceso (tal y como sucede en los procesos sobre capacidad, filiación, nulidad matrimonial,
separación y divorcio cuando existan hijos menores o incapaces). En el resto de supuestos, es
necesaria la intervención de un representante que actúe en nombre de la parte. En particular:

a) Las masas patrimoniales y patrimonios separados serán representadas por quienes las
administren.
b) Los entes sin personalidad a los que la LEC confiera capacidad para ser parte serán
representados por quien determine la ley en cada caso (por ejemplo, en el caso de la
comunidad de propietarios —que cuenta con capacidad para ser parte porque así lo
establece la Ley de Propiedad Horizontal—, será el presidente quien ostente la
representación).
c) Los grupos de consumidores y usuarios afectados por un hecho dañoso cuando sus
miembros estén determinados o sean fácilmente determinables, serán representados
por quienes determinen sus miembros por pacto de hecho o de Derecho.

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d) La misma regla que para los grupos de consumidores y usuarios se prevé para la
representación de los conjuntos de personas y bienes al servicio de un fin común.

4. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA CAPACIDAD PARA SER PARTE Y DE LA


CAPACIDAD PROCESAL.

La capacidad para ser parte y la capacidad procesal deben ser acreditadas mediante la
aportación con la demanda y la contestación a la demanda de los documentos públicos o
privados que en cada caso resulten necesarios (por ejemplo, la copia del documento
nacionalidad de identidad, de la escritura de constitución de una persona jurídica o del acuerdo
otorgado a favor de quien represente a un grupo de consumidores). Son dos, por tanto, los
problemas que pueden plantearse respecto de la intervención en el procedimiento por quien
pretenda ser parte: la carencia de la capacidad para ser parte o de la capacidad procesal y la
ausencia de acreditación de la capacidad para ser parte o de la capacidad procesal. Si es la
falta de capacidad para ser parte la que está ausente, no cabe subsanación alguna, mientras
que en el resto de casos (falta de capacidad procesal y falta de acreditación de la capacidad
para ser parte y de la capacidad procesal), la LEC concede plazo de subsanación a la parte
afectada por la falta del presupuesto.

Puesto que la capacidad es presupuesto procesal que las partes deben reunir desde el
comienzo de las actuaciones y hasta su finalización mediante sentencia firme, tiene la
consideración de requisito de orden público que puede, en consecuencia, someterse a control
en cualquier momento del proceso, no solo a instancia de parte, sino también de oficio, tal y
como dispone el art. 9 LEC.

4.1. CONTROL DE OFICIO

El órgano jurisdiccional puede examinar la falta de capacidad en cualquier momento procesal.


La LEC no establece un procedimiento específico para ello, pero cabe considerar distintas
posibilidades: En primer lugar, puede suceder que lo aprecie antes de la audiencia previa o de
la vista, dando un plazo máximo de diez días a la parte para subsanar (por aplicación del art.
418.2 LEC). En segundo lugar, cabe también que la advertencia de subsanación se haga en la
audiencia previa o en el acto de la vista, en cuyo caso se subsanará en el acto o, si no es
posible, se suspenderán las actuaciones por un tiempo máximo de diez días para permitir tal
subsanación, que de no producirse, provocará el archivo de la causa.

Si la falta de capacidad no subsanada afecta a la personación del demandado, el efecto será,


por el contrario, su declaración en rebeldía y la continuación de las actuaciones (art. 418.3
LEC).

4.2. CONTROL A INSTANCIA DE PARTE

Las partes pueden denunciar la falta de capacidad mediante el planteamiento de una excepción
procesal (defensa basada en la falta de un presupuesto procesal), que con carácter general
tendrán que hacer valer en la audiencia previa (previo anuncio en la contestación a la demanda
o en, su caso, en la contestación a la reconvención) o en el acto de la vista (también previo
anuncio en la contestación a la demanda). No obstante, tratándose de un presupuesto procesal,

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aun después de tales momentos podrán cuestionar la capacidad o su acreditación mediante el
planteamiento de un incidente de previo pronunciamiento, puesto que así lo permite el art. 391
LEC. Como en los casos apreciados de oficio, la verificación de la falta de capacidad o de su
acreditación supondrá la concesión de un plazo a la parte afectada para permitir la subsanación
si no puede producirse en el acto, de manera que si no se subsana o el defecto de capacidad
es insubsanable, el órgano jurisdiccional adoptará alguna de las siguientes resoluciones: si la
parte carece de capacidad para ser parte, al tratarse de un defecto insubsanable, ordenará el
archivo de las actuaciones mediante auto frente al que cabe recurso de apelación (art. 455.1
LEC). También se producirá el archivo cuando, tratándose de un defecto subsanable (como
sucede con la falta de acreditación de la capacidad en cualquiera de sus manifestaciones), la
parte no subsane en el plazo concedido para ello, salvo que se trate de la falta de acreditación
de la capacidad del demandado, en cuyo caso, el Letrado de la Administración de Justicia
declarará al demandado en rebeldía y continuará el procedimiento (arts. 418.3 y 496.1 LEC).

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