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Ciudadanía es un término abierto, flexible, cambiante, polisémico, etc.

, ha tenido
diferentes acepciones dependiendo del contexto sociocultural, de la organización
política del Estado, de la época y de diversas circunstancias políticas, sociales y
culturales.
el significado del concepto ha cambiado a lo largo de la historia, el presente artículo
persigue dos objetivos principales:
Indagar en la concepción del término para llegar a construir nuestro propio concepto
Analizar y reflexionar sobre algunos de los modelos de ciudadanía
La idea de ciudadanía se está convirtiendo hoy día en un tema de plena actualidad, en
parte debido a las transformaciones que se están produciendo en la sociedad: los
movimientos migratorios, el efecto de la globalización, los cambios políticos y sociales,
etc. Obligan a revisar la noción de ciudadanía como estatus de pertenencia y de
inclusión y exclusión
En este
sentido, la condición de igualdad legal de los ciudadanos como portadores de
un determinado estatus jurídico y político ha de ser compatible con la pluralidad de
pertenencia.
La crisis del Estado de bienestar, la apatía política existente en nuestras
sociedades, el fracaso de la concepción liberal y los principales problemas del
mundo requieren soluciones
compartidas y solidarias, están directamente relacionados con la recuperación
de la noción de ciudadanía.
Las sociedades democráticas
no pueden asentarse sólo sobre derechos e instituciones: dependen también
de las cualidades y actitudes de sus miembros: sentimiento de identidad,
tolerancia, participación, responsabilidad y de su adhesión y participación en el
sistema político.
Es decir, la sociedad necesita
ciudadanos comprometidos con su comunidad, participativos y no meros
poseedores de derechos.
Donde el término ciudadanía tiene varias acepciones,
todas ellas, relacionadas con la ciudad como organización política. Entre éstas
se destaca: “El habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos
como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejerciéndolos, en el
gobierno del país”
En un plano más preciso, el Dictionnaire de Philosophie Politique, define qué es
ciudadano: “el ciudadano de la época moderna- es decir, de la filosofía del
derecho natural moderno- se define por contraste con el hombre.
Se identifica al ciudadano con sus derechos relacionados con el
gobierno, subrayando el hecho de la soberanía alcanzada como una conquista
frente a otros poderes absolutos diferentes de la voluntad popular.
Esta definición, se centra en la pertenencia del
ciudadano a una comunidad que le hace ser sujeto de derechos y deberes.En sentido
jurídico, ciudadano se opone a extranjero; en sentido político, ciudadano se
opone a súbdito. La condición de ciudadano la tiene el sujeto desde el
nacimiento, frente a los demás, y frente a los poderes del Estado.
Según Marshall y Bottomore (1998, p. 20), “la ciudadanía es aquel estatus que
se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad. Sus
beneficiarios son iguales en cuanto a los derechos y obligaciones que implica”.
Destaca la condición de igualdad en derechos de cualquier miembro de la
sociedad, hay una unión entre derechos e igualdad.
1. La ciudadanía como estatus de derechos
El hecho de ser ciudadano hace a la persona acreedora de una serie de
derechos. En este sentido, el discurso político actual tiende con frecuencia
a identificar la ciudadanía con los derechos. Marshall en 1998, distingue
tres tipos de derechos:
Los civiles o los derechos necesarios para el desarrollo de la libertad
individual.
Los políticos es decir, el derecho a participar en el ejercicio del poder
político, como miembro elegido o como elector.
Los derechos sociales son aquellos que garantizan derechos como son el
de seguridad ciudadana, la sanidad, la educación, etc; es decir, el derecho
a una vida digna.

Precisamente estos derechos son los que nos dan la condición de


ciudadano, disfrutar de éstos significa ser miembro pleno de la sociedad
democrática.

Aún así, la ciudadanía puede ser entendida de forma diferente según la


importancia que se le atribuyan a los derechos de los ciudadanos. En este
sentido, la Declaración Francesa de Derechos de 1789 lo fue de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, reflejando en su título las dos
concepciones de los mismos, son derechos cuyo reconocimiento y
ejercicio proviene de la ley establecida por la voluntad común de los
ciudadanos asociados, se trata de derechos naturales anteriores y
superiores, que el Estado se limita a reconocer y respetar (Declaración de
derechos del hombre y del ciudadano).

2. Inclusión y exclusión: las fronteras de la ciudadanía.


La noción clásica de ciudadanía está en crisis debido a múltiples
problemas generados por la globalización económica, el control de las
comunicaciones y los medios informativos, los
problemas superestatales y sobre todo, la emigración de muchas
personas a países que económicamente están más desarrollados. Esto
plantea dos grandes retos: el primero es el multiculturalismo, en el que
se trata de compatibilizar la identidad cultural con la ciudadanía en
sociedades donde existen diferentes identidades culturales. El segundo
esta determinado por la tensión que existe entre la ciudadanía universal y
la particular. Del mismo modo, “la noción de ciudadanía lleva implícito un
estatus jurídico y político de pertenencia, de inclusión y
consecuentemente para otros, de exclusión. Pero esta pertenencia, ni es
simple, ni es única. No es simple, porque es un concepto,
multidimensional, abierto, flexible y con diferentes acepciones. Y no es
única, porque los sujetos pertenecen a una pluralidad de identidades
socioculturales que van desde lo más próximo y local al cosmopolitismo”.

Estas controversias obligan a repensar el concepto tradicional de


ciudadanía y plantearse otras formas de ciudadanía universal. Como
señala Javier Peña, “si la ciudadanía es un estatus de derechos exclusivos
de los ciudadanos, ¿cómo puede conjugarse con el reconocimiento de
derechos humanos, de derechos que corresponden a cualquier persona
como tal?”.
A partir de este interrogante surgen dos alternativas, se considera a la
ciudadanía dentro de una comunidad particular, por lo tanto, las personas
que no pertenecen a esa comunidad tienen ciertos derechos restringidos;
o bien, se conciben los derechos del ciudadano sobre una base
universalista, entendiéndolo en el sentido de la prioridad de los derechos
del hombre, que limitan los del ciudadano. Vincular los derechos del
hombre con los del ciudadano, lleva a plantearnos el problema de la
inmigración, puesto que reivindicar la ciudadanía es llegar a lograr la
igualdad y la libertad de todos.

3. Ciudadanía, pertenencia e identidad


La ciudadanía está asociada a la pertenencia a una comunidad política,
esto implica la integración en esa comunidad con una identidad concreta
que es común a todos los miembros que pertenecen a ella.
Históricamente estos criterios de pertenencia han estado vinculados al
territorio compartido, una cultura común, rasgos étnicos, la historia, etc.
Es esta identidad comunitaria, según los nacionalistas, “la que sustenta la
comunidad política, en la medida en que es la conciencia nacional la que
provee al armazón jurídico-político del Estado de una base de
legitimación, un vínculo de cohesión e incluso una base de motivación
que no puede extraerse de la política misma” . Por el contrario, la
ciudadanía democrática prioriza la voluntad política de los ciudadanos
frente a la pertenencia, que ocupa un lugar secundario.

4. Ciudadanía y participación
La participación ocupa un lugar clave en la teoría clásica de la ciudadanía,
pese a que hoy día tiene una posición secundaria, debido principalmente
a dos razones. Por un lado, porque sólo es real la participación en
comunidades muy pequeñas donde existe una interacción entre todos y,
por otro lado, porque la participación exige demasiadas virtudes cívicas y
un compromiso con lo público. En la práctica, y para la mayor parte de los
ciudadanos, queda reducida a hechos puntuales como la intervención en
las diversas elecciones de representantes políticos.
Históricamente el modelo de ciudadanía imperante ha sido el liberal,
donde lo que importa “no es asegurar al ciudadano el poder de gobernar,
sino garantizarle el derecho a ser gobernado por un Estado que goce de
su consenso, que respete sus derechos individuales y que le permita
desarrollar sin interferencias su propio plan de vida, según sus gustos y
capacidad”.
En la actualidad, se está generalizando la concepción liberal pasiva de la
participación política, debido al desinterés mostrado por los
ciudadanos. Habermas, observa al respecto que “el estatus de ciudadano
fija en especial los derechos democráticos de los que el individuo puede
hacer reflexivamente uso para cambiar su situación, posición o condición
jurídica material”. Por eso otros autores, especialmente comunitaristas y
republicanos, consideran a la ciudadanía como un vínculo con la
comunidad, la cuál impone deberes y compromisos, más que como un
estatus que concede a los ciudadanos ciertas facultades legales.
Estos problemas a los que se enfrenta cualquier intento de
reconstrucción de la ciudadanía, se pueden resumir en tres. El primero de
ellos, el desplazamiento de lo político: si la política no interviene en los
asuntos económicos (mercado) y el ciudadano está representado por los
políticos, éste cada vez se va a ver más insignificante. El segundo
problema, tiene que ver con la comunicación: la información está
distorsionada y los críticos no pueden competir con las grandes cadenas.
Finalmente, el tercero de ellos, está relacionado con el agotamiento del
modelo estatal.

Se reivindica una sociedad civil por parte de muchos miembros, una


muestra de ello es la proliferación de Organizaciones No
Gubernamentales, aunque poco pueden hacer porque dependen del
aparato institucional del Estado.

3. Modelos de ciudadanía
La mayor parte de los trabajos contemporáneos que tratan el tema de la
ciudadanía, a luden a tres modelos: republicano, liberal y comunitarista. A
partir de ellos, han surgido otros modelos mixtos. No son homogéneos
entre sí ni antagónicos y no se presentan como puros.

3.1 Ciudadanía liberal


La concepción ciudadana del ser humano, es entendida en la
actualidad, como un estatus político determinado por un conjunto de
derechos, obligaciones y deberes. El referente e importante trabajo de
Marshall, Ciudadanía y Clase social; que pretendía la adquisición del
estatus universal de ciudadanía, lo apuntaba: “la ciudadanía es aquel
estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una
comunidad. Sus beneficiarios son iguales en cuanto a los derechos y las
obligaciones que implica”. Esta definición de la ciudadanía como
portadora de derechos y deberes es defendida en la teoría política
contemporánea por algunos autores liberales que se han basado en el
trabajo de John Rawls, el cual publicó en el año 1971 su Teoría de la
justicia, planteamientos que le han convertido en el máximo
representante de este modelo liberal. Inicia su indagación sobre la idea de
justicia invocando al Emilio de Rousseau quien defendía la existencia en
el hombre de un sentido de justicia y lo explicaba como un verdadero
sentimiento del corazón iluminado por la razón. Este sentimiento es
resultado natural, que no ley natural, de nuestros afectos primitivos.
Después, Rawls dirá que el sentido de la justicia surge de actitudes
naturales primitivas. La justicia es la primera virtud de las instituciones
sociales como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento, y su
objetivo principal es el desarrollo de una estructura básica de la sociedad.
Lo sustancial se encontrará en la vida pública institucional y no en las
relaciones privadas intersubjetivas. Estos principios surgen de la
consideración de personas competentes respecto a la justicia de
instituciones políticas y sociales, siendo procesos de reflexión y no
innatos. Éstos nacen al ser propuestos por las personas que participan en
esas instituciones y el contenido implica la aceptación mutua de esas
personas que participan en las instituciones públicas. Esta aceptación
tiene lugar en una posición original en la cuál los individuos reflexionan
con igualdad y libertad. Se trata de una situación vital y reflexiva donde
las personas se abstraen de sí mismas, es decir, no poseen información de
sus capacidades, de sus estatus sociales y de sus
situaciones económicopatrimoniales. En definitiva, los individuos que
establecen los principios de justicia tienen que correr un velo de
ignorancia respecto de su circunstancia vital y social.
Los dos principios de justicia que defiende Rawls y sobre los que cree que
habrá un acuerdo son:
1. Cada persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de
libertades básicas iguales que sea compatible con un esquema semejante
de libertades para los demás
2. Las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de
modo tal que a la vez que: a) se espere razonablemente que sean ventajosas
para todos, b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos.
Según Rawl, igualdad y libertad son las dos bisagras sobre las que gira la
ciudadanía, reconciliadas a través de la idea de justicia como equidad.
Victoria Camps (1990) señala que estos dos principios propuestos por
Rawls se pueden convertir en tres: el principio de libertad, el de igualdad
de oportunidades y de la diferencia, que consistiría en beneficiar a los
miembros de la sociedad menos favorecidos. Los tres principios son
interdependientes, de manera que si no se cumplen los dos primeros, no
llegaríamos a hacer realidad el último.
Aunque ciudadanía es un concepto polisémico, desde el punto de vista
liberal, se refiere y destaca “la defensa de los valores de libertad de
elección, razón y tolerancia frente a la tiranía, el sistema absolutista y la
intolerancia religiosa”. Se caracteriza porque pretende conjugar la
primacía del individuo y sus derechos frente a toda imposición colectiva,
es por ello que otra de sus características es la individualidad, donde el
compromiso cívico está subordinado a la realización de fines individuales.
Su principal reto es “mostrar cómo son posibles a la vez la defensa de los
derechos individuales y el compromiso cívico”. Los liberales opinan que la
democracia es un instrumento que posibilita la autonomía privada. Incluso
algunos liberales consideran que hay ciertos valores sustantivos que
tienen prioridad sobre la autodeterminación democrática, cuya
legitimidad procedimental no garantiza por sí sola la justicia. Aunque
existan variantes del liberalismo, ambas tienen un objetivo común: que el
Estado constitucional defienda la propiedad privada y una economía de
mercado competitiva, como mecanismos centrales para coordinar los
intereses de los ciudadanos. Otras diferencias entre el liberalismo
defensivo y el afirmativo las podemos observar:
a. Uso instrumental de la moral pública. Se trata de un rasgo característico
del liberalismo negativo, donde la moral pública está reservada al derecho.
Por el contrario, el liberalismo positivo, mantiene la concepción de los
derechos civiles y de la libertad personal en la moral pública.
b. El individualismo. Éste es el rasgo más notorio del modelo liberal de
ciudadanía. La actitud individualista se contrapone a la perspectiva
colectiva. Se priman los derechos individuales, libres, racionales y
autónomos
El liberalismo negativo, sostiene que la sociedad es un simple agregado de
individuos, pues no existen las tareas verdaderamente colectivas, sino que
únicamente existe el bien individual. Del mismo modo, el Estado tiene una
función instrumental: la de garantizar los derechos individuales. “El
liberalismo conservador acepta, pues, únicamente una ciudadanía mínima,
la que se deriva del arreglo institucional y legal para organizar con
racionalidad estratégica las preferencias en conflicto de los individuos”
(Rubio Carracedo, 2007, p. 71). De igual manera, el Estado también es
mínimo y se muestra neutral.
El liberalismo afirmativo, plantea una ciudadanía más consciente de sus
obligaciones cívico – políticas. Se respeta a todos los ciudadanos,
independientemente de su raza, sexo, étnia, etc., y simultáneamente los
poderes del Estado: el individuo es libre para organizar su plan de vida. De
lo contrario, se vería abocado al aislamiento y a la marginación y eso ya no
sería característico del liberalismo.
c. La ciudadanía liberal absolutiza los derechos individuales.
Reconocer la ciudadanía por parte del Estado consistirá en garantizar a los
ciudadanos los derechos civiles, ya que los derechos políticos los dejan en
manos de los partidos políticos. En cambio, los derechos sociales son una
extensión de los derechos civiles, así como una distribución del Estado.
El liberalismo conservador prima los derechos individuales por encima de
las exigencias democráticas
d. Liberalismo y participación política. El liberalismo afirmativo apuesta
por una ciudadanía más consciente y autónoma, mientras que
el liberalismo conservador, mantiene “una visión instrumental de los
derechos políticos y hasta favorece el absentismo y la pasividad
ciudadanas, con excepción del voto clientelar al partido que mejor puede
representar sus intereses particulares”.
e. Neutralidad del Estado, justicia y bien común. Otra de las características
más notables del liberalismo, es la neutralidad del Estado frente a
cualquier pensamiento particular. Esta neutralidad garantiza la justicia.
Por su parte, el liberalismo conservador establece una distinción entre lo
público y lo privado, con la finalidad de dejar en manos de lo particular la
pluralidad tanto social como cultural.
3.2 El modelo comunitarista o también llamado nacionalista
El comunitarismo es un modelo que no tiene la tradición y consistencia que
el republicanismo y el liberalismo, pero ha tenido un lugar privilegiado en
la teoría política debido a las controversias que se han generado al
confrontarlo con el modelo liberal. Los comunitaristas sostienen que la
identidad de los ciudadanos no puede entenderse al margen del territorio
en el que viven, de su cultura y de sus tradiciones; argumentan que la base
de sus reglas y procedimientos políticos y jurídicos, es el bien común
compartido. El sujeto político, ante todo, pertenece a una comunidad, a la
que debe lealtad y compromiso. Como consecuencia, el bien comunitario
se encuentra por encima de los derechos individuales. En este sentido,
existe un rechazo rotundo a la neutralidad del Estado. Por ello, el Estado
debe proporcionar una política del bien común, acorde con la forma de vida
de la comunidad. Así pues, ésta se convierte en el espacio para la
autorrealización de los ciudadanos, como enuncia Charles Taylor (2002).
Consideramos tres aspectos básicos a destacar en el pensamiento de
Charles Taylor. El primero tiene que ver con la concepción antropológica
del hombre. Es aquí donde surgen conceptos clave de su filosofía, como por
ejemplo la dimensión moral de la vida humana y la identidad personal. El
segundo, trata sobre su idea de la comunidad y su relación con las visiones
de la sociedad, y el tercero, se refiere a su punto de vista acerca de los
derechos colectivos y el multiculturalismo.
Este autor, también decide abordar lo que él entiende como “desafío
comunitario”, al señalar que todos los comunitaristas se plantean la
pregunta sobre si se necesitará en nuestra sociedad un concepto más rico
del bien común que el propuesto por la teoría rawlsiana. Esto supone la
preocupación por el tipo de sociedad de manera global. Por ello, la libertad
y la identidad individuales sólo pueden desarrollarse en una sociedad en
la que se reconozca globalmente su valor (Taylor, 1996). Desde esta visión
de la ciudadanía, el sujeto político es concebido por su pertenencia a una
determinada comunidad, donde la identidad le viene dada por formar
parte de una étnia. “El ciudadano es, antes que un sujeto de derechos, un
integrante de una comunidad de memoria y creencias que le precede, y a
la que debe lealtad y compromiso” . Es decir, el bien común está por encima
de las cuestiones y derechos individuales, por tanto, el Estado no puede ser
neutral como sostenía la posición liberal, sino que ha de adecuarse a la
forma de vida particular de cada comunidad.
Siguiendo a Fernando Bárcena en 1997, los principales principios
filosóficos del comunitarismo cívico serían los siguientes:
1- El individuo es un ser esencialmente social. Es un elemento de su
propia identidad como individuo, es por ello que establece un
conjunto de lazos sociales o compromisos.
2- El bien es precio a la justicia. El tipo de relaciones sociales y
participación comunitaria son buenas y determina como deben vivir
las personas en sociedad.
3- No se puede alcanzar un conocimiento del bien humano de un modo
espontáneo y no puede aprenderse solamente por medio de
una introspecciónsolitaria abstracta. Para saber cómo debemos vivir
y como deben ser organizadas las comunidades debemos ser
educados en virtudes cívicas.
4- El conocimiento de la organización de la sociedad depende de una
visión integral del bien de la comunidad, el ciudadano debe
concentraste en el aprendizaje y en el ejercicio de las virtudes
públicas en grupos reducidos donde la participación se hace real.
El modelo Republicano
Su eje principal es la concepción del hombre como ciudadano, es
decir “como alguien que se entiende a si mismo en relación con la
ciudad, porque considera que la garantía de su libertad estaba en el
compromiso con las instituciones republicanas y en el cumplimiento
de sus deberes para con la comunidad. Desde esta perspectiva hay
confusiones con el liberalismo puesto que el modelo republicano no
es individualista si no que está autonomía la relaciona con la
participación en la vida pública y no conciben el papel de la política y
de las instituciones.
Los republicanos conceden mucho valor a las instituciones políticas
porque consideran que ellas son un medio para desarrollar la
autonomía, es por ello que vinculan la libertad con la ciudadanía. La
concepción que tienen de la democracia es la deliberativa dónde los
ciudadanos tienen voz, capacidad de reflexión y participan de forma
activa.
En este modelo, los derechos individuales ocupan un segundo lugar,
al contrario que el modelo liberal. Los derechos “son concebidos
como derechos cívicos creados por el proceso político de formación
de voluntad y no presupuesto del mismo”. La objeción que hacen los
liberales a esta es que los derechos quedarían supeditados a las
decisiones políticas de una asamblea. Hay un compromiso con la
república que se ejerce por la participación.
Requisito para la libertad:
El ciudadano es concebido como un “ser eminentemente participativo
tanto en la dinámica de las asociaciones cívicas como en las
deliberaciones y en la acción política directa. El ciudadano se convierte en
el protagonista de la comunidad política. Por
comunidad política entendemos: “el conjunto de normas y valores
construidos en la deliberación permanente y que son compartidos por el
grupo tras una recepción crítica, por lo que su valor no consiste tanto en
las tradiciones como en ser renovados cada generación, por lo que
pertenecen abiertos.
Como consecuencia, la ciudadanía se caracteriza por el papel que
se desarrolla en la sociedad, veamos algunos rasgos
característicos (Rubio Carracero 2007) del modelo.
A- La libertad republicana: su idea la constituye en torno al concepto de
la libertad, ni positiva ni negativa, el foco fue en la ausencia no en la
presencia, y un elemento en común en la positiva; el foco en la
dominación, no en la interferencia.
B- La igualdad republicana: para este modelo, la igualdad ha de ser
capaz de garantizar una libertad plena. La libertad y la igualdad
forman un conjunto que no pueden ser separados, sin una la otra no
se podía lograr y viceversa.
C- Justicia republicana: se destacan las dos posiciones enfrentadas y
que no encuentra un nexo de unión, la liberal y el republicanismo.
D- Autogobierno y control ciudadano del poder: el poder es controlado
por la ciudadanía, la representación directa es la forma de gobierno ,
con el objetivo de controlar la tiranía y la dominación, está forma de
organizar el poder no es para monopolizarlo, sino por su efectivo
control.
E- Ciudadanía deliberativa: la toma de decisiones, la discusión de
propuestas deliberadas y las consecuente participación
será característica del modelo republicano.
F- La ciudadanía activa republicana: el republicanismo ha insistido en
la necesidad de una participación activa y continua en los asuntos de
la política. Además de ser un deber cívico, la res pública es de todos.
G- La virtud pública del ciudadano: el buen ciudadano republicano es
alguien que ejercita la virtud cívica, la cual está compuesta por un
conjunto de virtudes como la integridad moral, la prudencia, la
atención, etc… que se centran en la búsqueda de un bien publico que
no es percibido como separable del bien privado. Esta virtud es
importante para mantener y reforzar las instituciones de la
república.
H- La educación del ciudadano: “el republicanismo es aquella
concepción de la vida política que pone un orden democrático
dependiente de la responsabilidad de la ciudadanía. El ciudadano
republicano no está adoctrinado en una determinada opción política,
sino que se le instituye para que sea consciente de sus deberes
cívicos y que desarrolle una capacidad reflexiva y crítica.
Conclusiones:
Una vez comentado los cuatro componentes del término ciudadanía
y relacionandolos entre sí, podemos definir a la ciudadanía como un
estatus político y jurídico relacionado con un Estado que integra a las
personas afectadas, al mismo tiempo que las dota de una identidad
política, en contexto sociocultural y en un determinado territorio y que
se desarrolla a sujetos políticos activos y participativos.
El principio básico que contiene cada uno de estos modelos: la igualdad
de libertades básicas, la garantía de las libertades naturales de las
personas, los derechos de comunicación, y participación política, la
política del reconocimiento y de la diferencia determinan
individualmente cada uno de estos modelos de ciudadanía
contemporánea.
Todos los modelos, tienen sus pros y sus contras, lo importante es
saber contextualizarlos al mismo tiempo que hay que ser conscientes
de que existen pluralidad de puntos de vista así como diferentes
interpretaciones del Estado y de las funciones de las instituciones
según de que modelo se trate y la necesidad de que sean, en la práctica
un modelo de ciudadanía flexible.

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