EL SUFRIMIENTO DE JOSE MARIA
ARGUEDAS REFLEJADO EN SU OBRA
Bienvenidos a mi ensayo en esta ocasión presentare como el autor José
María Arguedas relata sobre como los indígenas sufrían discriminación
por la raza blanca donde también nos relata sobre cómo fue su vida de
pequeño. José María Arguedas fue un escritor y antropólogo Peruano que
dejo un profundo impacto en la literatura y en la visión de las culturas
indígenas de su país.
En el primer capítulo nos redacta sobre como Ernesto y su padre que era
abogado va a la ciudad del cusco a visitar a un familiar que lo llaman el
viejo donde su padre de Ernesto le pide trabajo pero el viejo se niega y su
padre tiene que seguir con su viaje al mismo donde el viejo trata
despejamente a los indios o pongos.
En el segundo capítulo nos redacta como su padre y Ernesto tenían que
viajar por valles cálidos, siempre junto a un rio pequeño permanecían en el
lugar por poco tiempo decidía irse de un pueblo a otro cuando las
montañas, los caminos, los campos de juego, el lugar donde duermen los
pájaros, cuando los detalles del pueblo empezaban a formar parte de la
memoria. Pero siguieron viajando y nos cuenta los anécdotas que pasaban
por cada pueblo.
En el tercer capítulo nos cuenta como Ernesto se llega a la ciudad de
Abancay donde al sonar las campanas todas las mujeres y una parte de
hombres rezaban en las calles de rodillas al ver su padre pregunto a una
mujer ¿por qué estaban haciendo eso? y contesto ¨porque al padre linares lo
están operando santo predicador de Abancay y director del colegio¨ en
donde también Ernesto y su padre se arrodillaron también, luego de eso se
quedaron el casa de un ex compañero de su padre que era notario pero al
ver la incomodidad que causaron ellos deciden alquilar una tienda en el
centro donde también a Ernesto lo internarían en el colegio al tener un
presentimiento que su padre iba viajar solo decidió ir a verlo en compañía
de un forastero donde su padre recostado ya no lo podía ocultar que iba a
viajar se separaron con casi alegría con la esperanza que el pueblo les
ilumine en otro viaje.
En el cuarto capítulo nos cuenta como el hacendado canta y baila en la
fiesta del pueblo siempre el hacendado es el mayordomo de las fiestas una
vez Ernesto quiso hablarle a los forasteros por ello el padre linares lo
llamaba loco y tonto vagabundo. Se angustiaba al no ver a su padre a veces
quería alcanzarlo donde él estaba pero respetaba la decisión y se
contemplaba a todo luego nos cuenta que los hacendado venían a visitar al
padre mujeres y hombres lo veían como un santo.
En el quinto capítulo nos redacta que el barrio chicheros todos los sábados
y domingos tocaban arpas y violín en la mayor clientela tocaban huaynos y
marinera, Había mucho descampado en ese campo jugaban alumnos del
colegio jugaban a los peruanos y chilenos justamente el chileno era Añuco,
él ya contaba con catorce años de edad. A veces Ernesto entraba a la alcoba
del padre donde veía a una mujer demente que servía de ayudante de
cocina. Lo estudiantes mayores lo tumbaban al suelo para abusarla llego un
pequeño llamado palacios donde un día lleras había desnudado a la
sirvienta y dijo a palacios que se echara encima pero todos defendieron.
En el sexto capítulo nos cuenta como antero en el mes de mayo trajo un
zumbayllu (trompo) donde nos dice que todos hicieron bailar al trompo
pero lo hacía como el. Antero le encargo que escribiera una carta para la
niña que le gusta llamada salvina se había fijado en ella y quería
conquistarla Rondinel un interno de contextura delgada, hueso puro, sus
ojos hundidos muy pequeños, causaban lastima estaban rodeadas de
pestañas gruesas, me desafío a una pelea, Tú crees ya leer mucho me dijo,
crees también que eres un gran maestro del zumbayllu, ¡Eres un indiecito,
aunque pareces blanco! ¡Un indiecito no más! Lo apoyaba Lleras. El Lleras
había hablado con la demente, y tenía que venir, y me dirigí al patio
interior porque estaba seguro que algo ocurriría, cuando estábamos
hablando de un momento a otro apareció la demente pegada a la pared,
rechoncha, bajita entró a la vereda de los excusados, no había caminado ni
dos metros cuando el “Peluca” salto sobre ella y la derribó, en ese
momento aparecieron el Lleras y el “Añuco”, y le amarraron algo en la
espalda del “Peluca”, y se fueron, posteriormente nos dimos cuenta que en
la espalda el peluca tenía un montón de arañas que con tranquilidad los
mató a pisotones.
En el séptimo capítulo nos cuenta como Antero busco al Flaco Rondinel y
le explicó, que tampoco yo quería pelear entonces amistamos e hicimos
bailar el zumbayllu, ante la sorpresa de todos. A las doce una multitud de
mujeres protestan contra el robo de la sal, el que la guía es una chichera
famosa, gorda, la multitud de mujeres coreaban en quechua: ¡Manan!
¡Kunankamallam suark´aku…! Decía. (¡No! ¡Solo hasta hoy robaron la
sal!), hace su aparición el padre director, escoltado por dos frailes y se
abren paso entre la multitud. Yo no pude ver estaba sumergido en un sopor
tenaz e invencible, eso era a causa del cansancio, me despertó una señora
de hermosos ojos azules peló una naranja y me hizo comer, me trató con
amabilidad. De regreso ya en el barrio de Huanupata, estaban mestizos e
indios tomando chicha, celebraba el asalto a la salinera, por las mujeres
especialmente Doña Felipa, y empezaron a cantar.
Antero me encontró y me dijo que el padre, reprimió a todos en el Colegio,
pero antes me presentó a Salvinia, la niña la reina de sus ojos y su
pensamiento, llegamos a la puerta del Colegio me abrazó y me dijo: no sé
por qué contigo se abre mi pensamiento, se desata mi lengua, es que no
eres de acá, los anaquinos no son de confiar, mañana de busco, ¡te llevo tu
zumbayllu! ¡Del winco, hermano del winco brujo! ¡Ahora mismo lo hago!
En el octavo capítulo nos cuenta que el padre director llevo a Ernesto a la
capilla y lo azoto por seguir a la indiada al día siguiente llevo a rumbo a
patibamba allí dio un sermón y los indios e indias de la hacienda se
arrodillaron y lloraron al igual que también hizo Ernesto Lleras había
ofendido al Hermano Miguel, ¡negro de mierdas! Le dijo, entonces el
Hermano no se contuvo y le dio un puñetazo en la cara, y salió sangre por
lo que le ordenó que se pusiera de rodillas a Lleras y al Añuco, y los hizo
avanzar rumbo a la Capilla de sus rodilla manaba abundante sangre. Entró
entonces el Padre Director y ordeno que el Hermano entrara en su celda y
se llevó al Lleras a la dirección, luego nos reunió en la capilla a todos los
internos, y nos hizo reflexionar, sin lugar a dudas el sermón que dio frente
a los indios de Patibamba era diferente como más condescendiente con los
internos.
En el noveno capítulo nos redacta ¡Mueran las chicheras! ¡La machorra
doña Felipa! ¡Viva el Coronel! ¡El glorioso regimiento!, escuchamos. El
Padre abrió la puerta avanzó rápidamente hacia donde estábamos los
internos, le pregunte por doña Felipa, y me dijo. “la prenderán esta noche”,
conversamos y me dio a conocer que mi padre ya no se encontraba en
Chalhuanca, si no se había ido a Coracora, a cien leguas más allá. Me hizo
saber que mi padre había mandado dinero, y que me daría permiso el
sábado en la tarde más una buena propina. Sonaron los cohetes de
arranque nuevamente el mismo vocerío, ¡mueran las chicheras! ¡Mueran!
Gritaron en la calle. Pero supimos que los persecutores de la Felipa,
encontraron una de las mulas tumbada en medio del puente de Pachachaca,
la habían matado, degollado y habían tendido sus entrañas a lo ancho del
puente, posteriormente encontraron los dos fusiles colgados sobre un árbol
de molle. El rebozo de doña Felipa, sigue colgado en la cruz del puente,
dicen que el rio y el puente asustan a quienes intenten sacarlo.
En el décimo capitulo nos cuenta como Palacitos pregunto al Padre
Carpena: ¿se va el Hermano?, ¿se va el “Añuco”? No sé nada le contesto
secamente el Padre. La luna menguante alumbraba el patio. Dos caballos
ensillados esperaban en la escalera. Un hombre le toma de la brida. Salió de
su cuarto el Hermano y la luna iluminó el hábito blanco, salió después el
“Añuco”. El Hermano me tocó la cabeza con las manos y me besó, cuando
llegó el “Añuco” y la claridad de la luna iluminó sus ojos hundidos, no
pude contener el llanto “adiós” me dijo, y me dio la mano. Bajó las gradas,
montaron. El “Añuco” partió primero, se volvió y nos hizo una señal de
adiós. Palacitos lloró.
La retreta cambió a la ciudad. En la misa el Padre pronunció un sermón
largo y felicito al Coronel Prefecto. A la salida del templo, bajo el sol
radiante, la banda de músicos, tocó una marcha. Vi a Valle paseando muy
orondo, escoltando una fila de señoritas. Entretanto dos jóvenes que no
había visto nunca, se acercaron al grupo de muchachas donde se encontraba
Salvinia. “Soy hijo del Comandante” llegué ayer lo escuche decir. Y tomó
del brazo a Salvinia. Antero montó en cólera enfrentó al joven quien huyó
hacia el parque
En el onceavo capitulo nos cuenta como A doña Felipa no la pudieron
encontrar los guardias que la buscaban se extraviaron, con datos falsos que
daba la gente. Se marchó el regimiento de la ciudad. Yo no pude
comprender como muchas de las señoritas que vi en el parque durante la
retreta lloraban por los militares. No lo comprendía, me causaba
sufrimiento. Recordé a la opa trepando a la cruz sacando el rebozo de doña
Felipa, en el puente de Pachachaca. ¿Para que servían los militares?
Reflexioné. Palacios se alegró porque venía su papá a visitarlo. Antero se
alejó de mí. Se hizo amigo de Gerardo hijo del comandante se convirtió en
su héroe recién llegado. Pablo el hermano de Gerardo se hizo amigo de
Valle. En el extremo del patio oscuro cave con mis dedos un hueco, con un
vidrio fino me ayude para ahondarlo, y allí enterré el zumbayllu que fue
regalo de Antero. Lo tire al fondo, palpándolo con mis dedos y lo sepulté.
Apisone bien la tierra. Me sentí aliviado. Me cubrí la cabeza con las
frazadas y no pude contener el llanto. Un llanto feliz como si había
escapado de un riesgo de contaminación con el demonio. Salté de la cama,
me vi desnudo y me cubrí con una frazada. Como probando mis fuerzas.
“¡yo no tengo fiebre!” voy a escapar. El portero vino a mi cuarto y me
confesó que tenía fiebre y que se había metido a la cama de la opa
Marcelina. Y que se iba a su tierra para morir. El Padre me despertó al
amanecer y me dijo que el “Peluca” había perdido la razón y había sido
sacado del Internado. No me dejaron salir del dormitorio pensaban que
tenía la fiebre. Palacitos se despidió mediante una nota y cerca de mi celda
me dijo: ¡Adiós! Y salió corriendo me dejo dos monedas de oro de una
libra. El martes a mediodía el Padre Director abrió la puerta del dormitorio
se acercó a mi cama apresuradamente. Te vas a la hacienda de tu tío
Manuel Jesús. Tengo la autorización de tu padre. Está a dos días de
camino. ¡Iras a pie! “¡el reloj despertador sonará a las cuatro de la mañana
y hace hora te iras!”. Le he prometido a tu padre. Al día siguiente corrí
rumbo al camino de Patibamba unos guardias lo custodiaban y no me
permitieron pasar, entonces regresé y vi que las puertas de las chicherías se
encontraban cerradas. Los colonos estaban pasando por las oroyas pues se
estaban muriendo de la peste, venían a solicitar una misa grande al padre,
pues decían que sin misa se iban a condenar. Los colonos subían como una
mancha de carneros, todos se dirigían a Abancay. Luego fui al encuentro
del padre y me encomendó para tocar las campanas anunciando la misa. A
la media noche repicaron tres veces las campanas. Fue una misa corta de
media hora los colonos rezaban y cantaban. Al día siguiente salí del colegio
fui por la quebrada para llegar a la cordillera. Por el puente colgante de
Auquibamba, pasaría el rio, en la tarde la fiebre tal vez había sido
aniquilado por los colonos y puestos sobre una rama de chachacomo o de
retama o flotando sobre los montes de flores del pisonay, que estos ríos
profundos cargan siempre.
Finalmente el autor nos quiere brindar como se surge la discriminación a
los indígenas él quiere que todas las sangres se lleven todos por igual que
no haiga una discriminación ni un sobre bajo además que nos invita a
reflexionar e invitar sobre las culturas peruanas enseñándonos para no
perderlas.