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Licaon

Licaón, el tirano arcadio, puso a prueba si Júpiter era un dios o un mortal intentando matarlo mientras dormía. Además, le sirvió la carne de un rehén a Júpiter. Como castigo, Júpiter transformó a Licaón en lobo y destruyó su casa.

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Licaón, el tirano arcadio, puso a prueba si Júpiter era un dios o un mortal intentando matarlo mientras dormía. Además, le sirvió la carne de un rehén a Júpiter. Como castigo, Júpiter transformó a Licaón en lobo y destruyó su casa.

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Licaón

«El desde luego ya ha pagado su merecido, no os preocupéis por eso. Y ahora os


voy a comunicar cuál ha sido su crimen, y cuál su castigo. La mala fama de esta época
había llegado a mis oídos; y deseando yo que fuese falsa descendí de la cumbre del
Olimpo, y en mi divinidad, pero con figura de hombre, recorrí la tierra. Muy largo de
referir sería la cantidad de delitos que he encontrado por todas partes; 1a mala fama era
aún menor que la realidad misma. Había yo atravesado el Ménalo, temible por sus
guaridas de fieras, y también el Cilene y los pinares del helado Liceo”; allí estaba la
morada del tirano arcadio, su mansión inhospitalaria; entré en el momento en que el
crepúsculo tocando a su fin arrastraba ya a la noche.

Di la señal de haber llegado un dios y la gente había empezado a pronunciar


plegarias. Licaón comenzó por reírse de las piadosas súplicas, y después dijo: “Voy a
probar con un experimento paladino si éste es un dios o un mortal. La verdad no dejará
lugar a dudas.” Y maquinó darme muerte durante la noche mientras yo estuviera
desprevenido y presa del sueño. Tal fue el experimento que decidió hacer para averiguar
la verdad. Pero no se contentó con eso. A un rehén enviado por el pueblo de los
Molosos le cortó el cuello con la espada, y de aquellos miembros moribundos unos los
ablandó en agua hirviendo y otros los tostó sobre el fuego. Tan pronto como los sirvió a
la mesa, yo con mi llama vengadora hice que sobre su dueño se desplomara aquel hogar
digno de él. Aterrorizado huyó, y alcanzando la soledad del campo emite alaridos y en
vano trata de hablar. La rabia de su alma se acumula en su boca y ejerce sobre el ganado
su habitual avidez de matanza; aun ahora sigue gozándose en la sangre. Su ropa se
transforma en pelo, en patas sus brazos; se convierte en lobo y conserva trazas de su
antigua figura. Sigue teniendo el mismo pelaje canoso, el mismo aspecto de ferocidad;
le brillan igual los ojos y sigue siendo la imagen del salvajismo. Una es la casa que ha
caído; pero no es la única que merecía perecer; por donde se extiende la tierra reina una
cruel Erinis; se diría que se han juramentado los hombres para cometer fechorías. Que
todos sufran inmediatamente el castigo que tienen bien merecido; ésa es mi decisión.»

Fragmento de la Metamorfosis de Ovidio (209-243 vv)

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