Taller de Comunicación 4to
Comentario de Mario Vargas Llosa sobre La agonía de Rasu Ñiti
“La agonía de Rasu Ñiti (…) condensa admirablemente su visionaria interpretación de la
cultura andina y es ejemplo de la buena factura artística que lograba cuando escribía con
espontaneidad, sobre lo que íntimamente lo motivaba, sin imponerse temas y tesis por
razones morales o ideológicas.
Pese a su brevedad, el cuento irradia un rica gama de símbolos y significados sobre lo que
Arguedas quería ver en el mundo indio: una cultura que ha preservado su entraña mágico
religiosa ancestral y que extrae su fuerza de una identificación recóndita con una naturaleza
animada de dioses y espítirus que se manifiestan al hombre a través de la danza y el canto.
En un pequeño caserío andino, el indio Pedro Huancayre, célebre bailarín de tijeras conocido
como Rasu-Ñiti agoniza, danzando, acompañado de un violinista y un arpista, su mujer y sus
hijas y su discípulo, el joven Atok Sayku, al que llega, en el instante de su muerte, el Wamani
o espíritu de la montaña que hizo de él un eximio dansak‘.
El encanto del relato está en la envoltura realista que tiene la fantástica historia. El espíritu del
dios montaña que ha escoltado siempre al danzante infundiéndole la sabiduría de su arte se
corporiza en forma de un cóndor, al que la mujer de Rasu-Ñiti, sus músicos y Atok Sayku ven
aletear sobre la cabeza del agonizante, mientras éste ejecuta los últimos pasos y tiene
poéticas visiones. Ver este ‘espíritu’ es un atributo espiritual, que sólo algunos han alcanzado;
las hijas del bailarín, por ejemplo, no tienen aún la “fuerza” necesaria para lograrlo. Todo el
amor de Arguedas por la vida en forma de programado ritual se hace evidente en esta agonía,
representada como ceremonia de rígidas reglas que todos conocen y respetan. El narrador,
que en el relato muda de impersonal a implicado -de tercera a primera persona-, para instruir
al lector sobre el significado mítico y religioso de lo que está ocurriendo, devela, al mismo
tiempo que cuenta la muerte del dansak’, las presencias secretas -espíritus materializados en
precipicios, toros áureos, cascadas o pájaros- que mueven los músculos y deciden los
movimientos de los bailarines, animan los compases de la música y, en última instancia tejen
y destejen los destinos humanos, en este mundo mágico y sagrado, inmunizado contra el
tiempo y la historia”.
Extraído de: Mario Vargas Llosa. La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del
indigenismo. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. Págs. 234-235
ACTIVIDADES:
1. Lee el comentario, analiza si es pertinente para el cuento y por qué.
2. Elabora un vocabulario con las palabras subrayadas.